martes, 28 de febrero de 2012

Hablando de Naufragios y Tesoros

Un tesoro en litigio. En mayo de 2007 la empresa Odyssey Marine Exploration, conocida por los programas de Discovery y National Geographic, anunció que su barco Odyssey había encontrado a relativamente poca profundidad, los restos de un navío esparcidos en el fondo del mar junto con un tesoro de ciento de miles de monedas de oro y plata, con un peso de 17 toneladas. Se supuso que se trataba de los restos del navío español Mercedes, hundido por la flota inglesa el 5 de octubre de 1804, muy cerca de Cádiz. 

Rescatado el tesoro, se inicia el litigio. España reclama la propiedad del tesoro por ser un barco español, llevar valores con destino a la corona española y también valores de particulares, cuyos descendientes igualmente reclaman su parte. El tesoro se llevó en custodia a la Florida.

Ha terminado el discutido litigio: un Tribunal de los Estados Unidos, ordenó a Odyssey entregar al gobierno español el Tesoro de la fragata Mercedes. La semana pasada dos aviones llevaron a España las 17 toneladas de estos metales preciosos.

No entraré en los detalles del proceso judicial internacional. Hoy me limitaré a revivir las dramáticas circunstancias en fue hundido la Mercedes con sus 300 ocupantes a bordo.

La época. Se inicia el siglo XIX. Europa vive las epopeyas napoleónicas. Guerras, conquistas, reinos que desaparecen anexados al imperio. A veces alguna paz efímera. Napoleón gestionaba alianza con España para atacar a Inglaterra, tradicional enemiga de España y de Francia. Pero en 1804 había paz entre España e Inglaterra. Nuestra Hispano América era aún parte del imperio español.

Año 1802. Se inicia un largo recorrido. La fragata Mercedes (nombre completo: Nuestra Señora de las Mercedes)  había sido construida en la Habana. Regresa a América, zarpa de El Ferrol- Galicia- para hacer la ruta de las Indias. Lleva soldados, pasajeros, mercancías. De regreso a España debería traer especias, pieles y toneladas de plata, oro y cobre, además de pasajeros, marineros y soldados. En su largo viaje de ida cruzaría el Atlántico, pasaría por Montevideo, Buenos Aires, el estrecho de Magallanes para llegar a Lima. (El Canal de Panamá solo entró en servicio en 1915). Una larga y heroica travesía para los frágiles veleros. Nada que ver con los modernos súper navíos de hoy.

Regresa de Lima, para hacer el mismo recorrido a la inversa. Antes de zarpar, se cumple con el  procedimiento de ley: dejar minucioso registro de todo lo que el barco lleva a España. Con base en las copias que quedaban en el puerto de salida, se sabe lo que traía la Mercedes: “Con destino a las arcas de  Su Majestad el Rey Carlos IV 253.606 pesos en distintas monedas de plata y oro ", y sumas similares, lingotes y monedas de los pasajeros y marineros atiborran las bodegas del barco. Los registros de embarque detallan los valores pertenecientes a esos particulares. Hoy sus descendientes tanto en España como en América se aprestan a reclamar su parte.

Pero además se estima que una buena cantidad de oro y plata no estaba registrada, y que entraría a España de contrabando, cosa normal en esa y en todas las épocas.

El barco sale de Lima mediando el año 1804, llega a Montevideo y aumenta su cargamento de mercancías y metales.

9 de agosto de 1804. La Mercedes sale de  Montevideo. En ella se embarca don Diego de Alvear y Ponce de León, capitán de navío de la marina española. Regresa a España luego de treinta años en América del Sur. Embarcan con él, su esposa María Josefa nacida en Buenos Aires y sus ocho hijos todos menores, un sobrino y cinco sirvientes. Para emprender de manera más segura la larga travesía, se configura una flotilla integrada por la Mercedes, la Medea (nave capitana), la Clara, y La Fama. Comanda la flota don José de Bustamante y Guerra, veterano marino,

El destino juega: Antes de abandonar el puerto, el capitán de Alvear ya embarcado en la Mercedes es llamado a la Medea, pues el capitán de esa nave, enfermó y debió desembarcar. De Alvear pasa a la Medea acompañado su hijo de 16 años Carlos de Alvear, cadete del regimiento de Dragones de Buenos Aires. Como anotación al margen vale la pena decir que los Alvear integran una prominente familia de Buenos Aires,  donde es famoso el Alvear Palace, hotel de gran lujo. Uno de los descendientes del capitán fue presidente de Argentina.



El 5 de octubre de 1804 en la mañana. Después de dos meses de  navegación, la flota está muy cerca del puerto de Cádiz frente al cabo de Santa María. Antes de las 8 de la mañana, la Clara informa mediante señales que tiene a la vista una flota de guerra de bandera inglesa.  Ya se dijo que España e Inglaterra están en paz. No habría nada que temer. Pero ya sabemos que los acuerdos bien poco valen a los “perros ingleses” como les dice Pérez-Reverte, y  don José Bustamante y Guerra, prudentemente ordena estar alerta.



El comodoro Graham Moore.  Comandante de la flota inglesa, dirige la operación a bordo de su nave capitana la Indefatigable. Mediante señas náuticas informa al comandante español que enviará un bote con oficiales delegados suyos para dialogar.

Los parlamentarios ingleses suben a  bordo de la Medea. Este capítulo negro de la llamada “perfidia inglesa”  lo recuerda don Benito Pérez Galdós en su novela histórica “Trafalgar” quien pone en boca del viejo marinero Marcial llamado “medio hombre” la narración de la intimidación del comisionado ingles al comandante español: dice el marinero en su jerga popular,  "…el comodón (por comodoro) envió a  bordo de la Medea a un oficialillo de esos de cola de abadejo, el cual sin andarse en chiquilladas, dijo que anque (aunque) no estaba declarada la guerra, el comodón tenía orden de apresarnos. !Eso sí que se llama ser inglés!…”

El "oficialillo" le informa al comandante Bustamante que el Comodoro le exige rendición, entregar las naves para llevarlas a Inglaterra junto con sus oficiales, pasajeros y riquezas. “Joder! eso es piratería, dice el español, vieja costumbre de vosotros y vuestra reina Virgen, que lo sería tal vez por las orejas. Ve y dile a vuestro Comodoro que llevamos pasajeros civiles, mujeres y niños”.  “Tanta más razón para que os rindáis, mirad que os superamos: tenemos muchos más cañones, que por cierto están listos, tenemos más marinos armados y por favor más respeto con la memoria de nuestra reina Isabel I que tanta gloria ha dado al pabellón ingles”.  “Largaos y dile a tu Comodoro que nuestro honor nos impide rendiremos sin combatir, y sin siquiera disparar el cañonazo del honor”.  Para ese momento los barcos ingleses se habían acercado tanto a los españoles que casi se rozaban. 

El Capitán de Alvear soporta un tremendo dilema: si la flota no se rinde, su esposa y sus niños pueden perecer. Si se rinden, se pierde el honor, que en tanta estima tienen los españoles.

El Comodoro entendió que los españoles no se rendían y aun antes de que sus comisionados subieran a bordo ordenó iniciar el cañoneo.

Vuela La Mercedes. El HMS Amphion, al mando del capitán Sutton, disparó sus cañones contra la Mercedes a la que tenía de costado. Fue una especie de disparo de cañón a quemarropa. (¿o diremos a quemabarco?) Una bala va directo a la Santa Bárbara. El barco estalla. “Saltó por los aires envuelto en  una bola de fuego” dijeron los testigos, y de inmediato se hunde, causando la muerte a 249 tripulantes y pasajeros civiles. La Mercedes se hundió sin alcanzar a disparar un solo cañonazo.

Los pocos sobrevivientes mutilados o heridos, fueron rescatados del mar, y llevados prisioneros a Inglaterra, entre ellos el marinero Marcial quien perdió una pierna. Algunos sobrevivieron agarrados a maderas y pudieron llegar a la costa cercana. Se fueron  igualmente al fondo del mar todas las riquezas que transportaba: oro, plata, cobre y mercancías.

El capitán de Alvear desde la Medea, presenció impotente junto a su hijo Carlos, la muerte de toda su familia. Sin tiempo para llorar debió dedicarse a responder el ataque.

El desconcierto en los barcos españoles fue total. No se esperaban este trágico suceso cuando apenas se iba a iniciar el combate.  Hundida la Mercedes, los tres restantes barcos reciben un fuertísimo cañoneo. La Medea enfrenta dos barcos, su velamen queda destrozado, pierde sus mástiles, hace agua por decenas de troneras, más de cincuenta cadáveres atiborran su puente y se ve obligado a izar bandera blanca. La misma situación obliga a La Clara y a La Fama a rendirse. Por el lado ingles solo se registran dos muertos y siete heridos.

Un gesto de vergüenza. El comodoro Moore quiso tener un gesto de nobleza y de vergüenza con sus víctimas. Pasó a la desmantelada Medea para saludar a su comandante. Le presentan al capitán don Diego de Alvear y le da sus condolencias al ser enterado de su tragedia. Tiempo después Moore confesó que le quedó difícil enfrentar la mirada del dolido capitán y de su hijo. Este, posteriormente diplomático argentino, conservó su rencor a los ingleses.

Remolcadas a Inglaterra. Las tres naves apresadas, muy averiabas, son remolcadas a puerto ingles con sus tripulantes, pasajeros y carga. Pese a que la marina inglesa trató con deferencia a los oficiales capturados, solo un año después los liberó y permitió regresar a su patria.

Las riquezas capturadas a los tres barcos sobrevivientes se quedaron para engrosar el tesoro real británico.

La opinión pública inglesa. No todos los ingleses aplaudieron este asalto. Muchos se avergonzaron. Un periódico londinense dijo: “La ley de gentes ha padecido la violación más atroz: una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz...". La justificación inglesa guarda parecido con la política del “ataque preventivo” que se utiliza en estos tiempos.

Luego de infructuosos trámites diplomáticos, España declaró la guerra al Reino Unido el 14 de diciembre de 1804 y firmó una alianza con Napoleón.

Trafalgar 1805. La frágil alianza con Napoleón no fue afortunada para España. La flota combinada franco-española ineptamente dirigida por el almirante francés conde de Villeneuve fue derrotada por el almirante Nelson en la batalla de Trafalgar, muy cerca de donde pocos meses antes fue hundida la Mercedes. Allí combatió nuestro futuro Almirante Padilla. Nelson no pudo saborear su victoria pues un balazo de mosquete le costó la vida a bordo de su nave Victory insignia de la marina británica. Su cadáver preservado dentro de un barril con vino de Jerez fue llevado a Londres para recibir los debidos honores. El funeral de lord Nelson ha sido uno de los más solemnes en la historia inglesa.

¿Un nombre de mal agüero? Por lo menos tres barcos del mismo nombre “Mercedes” se han hundido en circunstancias dramáticas. ¿Será un nombre de mal agüero para los barcos?

El Tesoro de la Mercedes. Doscientos años después de la trágica explosión de la Mercedes,  la estadounidense Odyssey Marine Exploration, pierde el proceso y en cumplimiento a la sentencia final de un juez de Estados Unidos el oro y demás tesoros deberá entregarlo a España.



Bibliografía:

Cesáreo Fernández Duro (1830-1908), El capitán de navío de la Armada Española

Don Benito Pérez Galdós . Trafalgar.

Diario "El Pais" (Madrid)

Emilio Ocampo

Diario La Nación- Madrid

Víctor San Juan. Trafalgar tres Armadas y un combate

 El tesoro en la Florida (USA)
  
Oleos que recrean la explosión y hundimiento de la Mercedes

sábado, 4 de febrero de 2012

AGONIA DE UN NAVIO

LA AGONIA DE UN NAVIO
Álvaro Villamizar Suárez (con la colaboración cómplice de Miguel Méndez Camacho)

En abril se cumplen cien años del hundimiento del Titanic cuando hacía su viaje inaugural, evento que como todos los naufragios, concita dramatismo, nobleza, heroísmo y grandeza.
Estos grandes desastres ponen a volar la imaginación para recrear los últimos momentos del navío que se hunde “con todas las luces encendidas” y a su capitán a  bordo hasta el último momento, como exige el código de honor de los marinos.
Cien años después se repite una historia similar, pero esta vez repleta de absurdos que van de la tragedia a la tragicomedia, del ridículo y la imprudencia, a la cobardía y la impericia, pero surge también la solidaridad y generosidad de pescadores y marinos que no se limitan a ser testigos del desastre.

6 p.m. (18 horas) viernes 13 de enero.  El Costa Concordia zarpa de Civitavecchia, puerto cercano a Roma, con más de cuatro mil personas entre pasajeros, tripulantes y personal de servicio. Pese a su enorme tamaño: casi 300 metros de largo, 35 metros de ancho, una altura superior a un edificio de doce pisos sólo ocupa el puesto 26 entre los cruceros más grandes.
A las 9,30 de la noche, en cercanías de la isla de Giglio, el capitán ordenó acercarse demasiado a la costa, en una absurda maniobra, en la que una roca desgarró su costado, naufragando.
A diferencia de otros naufragios, el del Costa Concordia carece de grandeza, porque es sórdido y cercano a la comedia. No tuvo ni siquiera  un hundimiento decente y “con todas las luces encendidas”.  Simplemente encalló, y sus restos semejan el cadáver de una enorme ballena.  Un triste naufragio por culpa de la imprudencia, la impericia y la cobardía del capitán que además de pusilánime es mentiroso.
La comedia tiene como protagonista a un capitán que abandonó su barco y que tiene más vocación de "amante italiano" que de oficial de marina. La “tripulación” que  no es tripulación, sino un ejército de de camareros, cocineros, bailarines, músicos, pero escaso de verdaderos marineros. Los empresarios de la nave y de su flota confían  en  que la tecnología, los computadores, radares y ayudas portuarias que permiten una feliz navegación, casi que sin tripulantes, salvo mecánicos, electricistas y algunos marineros necesarios para lanzar las amarras a los muelles de atraque.
El Costa Concordia cumplía la gira que en las guías de cruceros denominan “Mediterráneo Occidental”, que toca en puertos como Barcelona,  Valencia, Niza, Savona, Livorno para ir a Florencia (una hora en tren) Civitavecchia, para ir a Roma (una hora) Nápoles (para visitar las ruinas de Pompeya y Sorrento o Capri, Messina, Catania y Palermo, según lo agenda del crucero.

9.00 p.m.  La actividad a bordo es la rutinaria en los cruceros: la mitad de los pasajeros cenan en los lujosos restaurantes, otros en las cafeterías informales, y muchos más disfrutan de los espectáculos del teatro de tres niveles. Algunos se solazan en cualquiera de los numerosos bares, o juegan en el casino, y los menos (enamorados, jubilados, enfermos) están en sus camarotes.

9.30 p.m.  Los pasajeros coinciden en decir que se escuchó un estruendo, el barco se estremeció, se volcaron mesas y bandejas, un piano rodó, muchos perdieron el equilibrio, la luz titiló y se apagó. Se inquietaron pero la calma renació cuando los altavoces informan de un problema eléctrico, sin consecuencias.
Pero los pasajeros que, pese al frio del invierno europeo (menos cero),  paseaban por la cubierta superior, vieron que estaban peligrosamente cercanos a tierra y supieron que el  barco había chocado.  Poco después el Concordia se ladeaba sobre su costado de  estribor y el agua penetraba a torrentes por el boquete de setenta metros que le causó la roca.

10.30  P.M.  Los altavoces piden (solo en inglés en esa torre de Babel) que se coloquen los chalecos salvavidas y se dirijan a los botes.
En medio del tumulto nadie se dirigió a los sitios predeterminados para tomar el bote correspondiente. 
"Sálvese quien pueda". Los pasajeros carentes de oficialidad que impusiera orden e hiciera cumplir la  norma de embarcar primero a niños y mujeres se precipitaban desordenadamente a los botes que pudieron bajarse. Buena parte de los tender quedaron inutilizados debido a la cada vez más alarmante inclinación del barco y la impericia de quienes pretendían descolgarlos. Muchos pasajeros caían al mar tratando de ganar la costa a nado.  Se repetía increíblemente la historia del Titanic.  La solidaridad y la presteza con que los habitantes de la isla se lanzaron en todo tipo de botes al rescate de los pasajeros, evitaron que la catástrofe hubiera costado centenares de vidas.

Escuchemos algunos testimonios de pasajeros:  “La gente estaba enloquecida, traían a los niños alzados por miedo que la multitud los aplastara, todos empujaban por intentar salir primero .../...”, cuenta Antonieta. Otra italiana Lucrezia dijo, “He visto muchísimas personas que se tiraron al mar para alcanzar la costa a nado, los botes salvavidas estaban sobrecargados”, “En mi bote íbamos más de 130, y  no se daba preferencia a los niños...”.
En la nave viajaba también la periodista Patrizia Perilli quien dijo que en la nave viajaban muchos niños, ancianos y pasajeros en silla de ruedas. La Perilli repitió lo que muchos confirmaron, que era un caos total:. Explicó que los "niños venían separados de sus padres y la esposas de sus maridos...no había nada de racional, era un desastre".

¿Dónde está el Capitán?  Il capitano Francesco Schettino, italiano cincuentón, fotogénico  como se espera deben ser los capitanes de navío, ha invitado a bella Domnica Cemortan a subir al Puente Panorama (piso 12), toman románticamente una copa de champaña y observan la maniobra ordenada de rozar la isla para hacer sonar la sirena a modo de saludo a un viejo amigo residente en la pequeña isla.  Maniobra imprudente y absurda pues una nave de ese calado no se puede acercar a menos de cinco millas. Un barco así solo se acerca a tierra guiado por los pilotos o prácticos del puerto, que conocen el fondo del mar costanero, sus canales y peligros.
Pero ubiquémonos: Domnica 25 años de edad, rubia, políglota, graciosa, bailarina del grupo de teatro del barco, es un bocato di cardinale para el cincuentón y seductor Francesco quien se dedica a  deslumbrar a su romance en ciernes y olvida que el capitán es responsable del barco y de la vida de más de cuatro mil quinientos ocupantes. El choque no inmutó a la romántica pareja, la rubia  necesitó abrazar al capitán para no caer. El capitán no se apersonó del incidente ni dio órdenes, salvo la de seguir adelante: Avanti, Avanti y la roca rasgaba el vientre del Concordia hiriéndolo de muerte. Una hora después la creciente inclinación obligó al capitán a dar la terrible orden de “Abandonen el  barco” que en el lenguaje de los pasajeros significa que todo está perdido.
Domnica puesta a salvo, interrogada por los periodistas negó ser la amante del capitano con un argumento que es toda una perla: “El capitán me mostraba la foto de sus hijos. Nadie que quiere conquistarte como amante nombra a su familia…” ¿Ingenua o veterana la Domnica? El recurso de mostrar la foto de sus lindos hijos es uno de los más socorridos por los galanes y  maridos descarriados. Lo sabe todo el mundo...

11 p.m. El barco se inclina cada vez más.
Luna de miel. A una joven pareja de coreanos en luna de miel, dedicados más a complacerse que a la vida social, el estruendo los sorprendió en acrobacias conyugales. El  brusco movimiento del navío al chocar con la roca debió entenderlo el fogoso amante como un movimiento espasmódico y apasionado de su esposa, que saca a la pareja de su lecho y los lanza al piso donde continúan con su gimnasia erótica. Cuando el barco escora  quedan acostados en la pared del camarote, y el agua fría apaga los ardores les hace caer en cuenta que están en aprietos y ya es demasiado tarde para evacuar el barco; y deben permanecer, y espera del rescate. Horas después los sacan dichosos y asustados.
Jubilados. No corrieron con la misma suerte de ser rescatados los señores Nicolino Bonvicini y Tito Livio Carusini jubilados que a sus setenta años quisieron darse el tardío gusto de una semana en un barco de lujo. Sus familiares y vecinos, quisieron hacerles desistir de este capricho, argumentando que a las personas de su edad si mueran a bordo los botan al mar. Pero ellos, asesorados por su agencia de viajes adujeron que esos cruceros tienen frigoríficos para congelar los cadáveres de quienes van muriendo en el trayecto, para entregar el fiambre a sus familiares en el puerto final. Partieron felices a su aventura, su última aventura.
Los dos ancianos se distraían encantados con las maquinitas tragamonedas cuando el choque del barco los arrojó al suelo. Maltratados tratan de levantarse pero sus reumáticas piernas no les responden y la inclinación del barco no se los permite. Murieron de hipotermia.

En el Casino. Hubiera podido suceder que el gordo Mister Horatius J. Candem, de Mistinge Nebraska, se encontrara apostando apasionadamente en la mesa de Blak Jak, el estremecimiento del barco hizo tambalear sus trescientas libras pero asido a la mesa no tocó tierra e insistió en seguir jugando. Era tal su pasión que cuando todos abandonan el casino él le exigió al aterrado crupier que siguieran jugando. Un nuevo estremecimiento del barco lo envió al suelo, ya inundado, no se pudo parar y la mesa y otras mesas más le cayeron encima. Murió aplastado bajo sus mesas favoritas.
¿Alcanzarían a sacar las enormes sumas de dinero que guardan en sus cajas fuertes?.

Bajar los botes. Un grupo de meseros filipinos, algunos peruanos y un  colombiano tratan de bajar el tender para embarcar a los pasajeros, y hacerlo caer al frio mar sin volcarlo. Estaban entrenados para llevar bandejas hasta con ocho grandes platos sin desbordarlos sobre los comensales, pero no saben bajar y poner en marcha un  bote salvavidas.
La peruana Erika Soria Molina, de 24 años, tecnóloga en turismo, trabajaba en el barco y sus compañeros dicen que ayudó al salvamento de  niños, y que finalmente se quitó su salvavidas para colocárselo a un señor de mayor edad a quien salvó. No pudo abordar su bote y cayó al mar. Su cadáver fue rescatado un día después. Dio el ejemplo de valor y solidaridad humana que no tuvo  el Capitán.

Primero los niños, después mi violín. El violinista húngaro Sandor Feher formaba parte de la “tripulación” como miembro de uno de los  variados grupos musicales que en los diversos rincones del crucero interpretan todo tipo de melodías. Una vez dada la alarma Sandor ayudó a algunos niños a ponerse el chaleco salvavidas y una vez cumplida su  misión pensó en su violín.  Si Sandor hubiera sido capitán de barco y no un violinista, su conducta hubiera sido heroica: primero salvar su barco y por último su vida. Cuando fue en busca de su violín era demasiado tarde. Murió abrazado a su instrumento.

Párroco en retiros espirituales.  El padre Giuseppe párroco de un montañoso pueblo alpino se despidió de sus feligreses pues partía a sus retiros espirituales. Sorprendidos después, sus parroquianos creyeron ver su foto en el grupo de náufragos rescatados.  Démosle el beneficio de la duda, ¿sería alguien muy parecido al piadoso párroco?

Volvamos al Capitán. Se afirma que el Capitán abandonó la nave dejando a su suerte a su tripulación y sus pasajeros. Cuando le preguntaron por qué había abandonado la nave explicó que se encontraba en el puente ayudando a embarcar pasajeros cuando tropezó, y !que coincidencia! cayó dentro de un bote que salía rumbo a la costa.
Más tarde el capitán junto con sus oficiales Ciro Ambrosio, Dimitri Christidis griego segundo al mando del Concordia y Corónica Silvia el tercer oficial, (¿también tropezarían?) llegaron secos, sanos y salvos a la isla y se instalaron en un hotel. Allá quedaron sus pasajeros y tripulantes tratando de salvarse.
Oficiales del barco dijeron que la jerarquía de mando se rompió y no se organizó la evacuación.

La autoridad que faltó. El capitán de guardacostas italiano Gregorio De Falco, del puerto de Livorno, cercano al sitio del naufragio, asumió el mando del rescate y por radio-teléfono habló con el capitán prófugo Schettino, así:
De Falco: "Habla De Falco desde Livorno. ¿Hablo con el comandante?"
Schettino: "Sí, Soy el capitán Schettino, capitán".
De Falco: "Escuche, Schettino. Hay gente atrapada a bordo. Vaya usted con su bote bajo la proa del lado de estribor. Hay una escalera de mano para el piloto. Use esa escalera para subir a bordo. Suba a bordo y dígame cuánta gente hay. ¿Está claro? Estoy grabando esta conversación, capitán Schettino.../..... Schettino.: "En este momento, el barco está escorando..."
De Falco: "Entiendo, escuche, hay gente bajando por la escalera del piloto de proa. Suba esa escalera, suba a bordo del barco ..../..... ¿Está claro? Escuche,  usted se salvó del mar, pero voy a... voy a asegurarme de que usted la va a pasar mal... voy a hacerle pagar por eso. ¡Vaya a bordo grandísimo *+%&#**" !..( el lector queda en libertad de escoger sus groserías favoritas!)   Schettino.: "Capitán, por favor..."
De Falco: "No, por favor. Suba a bordo. ...../.....
Schettimo.: "No voy a bordo porque el otro bote está detenido".
De Falco: "Vaya a bordo. Se lo ordeno. No busque más pretextos. Usted ha ordenado 'abandonar la nave'. Ahora yo estoy a cargo. ¡Vaya a bordo! .../...
Schettino.: "Pero comprende usted que está oscuro y no vemos nada..."  ..../....
De Falco: "¡Vaya inmediatamente!"

El capitán Schettino es hoy justamente, la vergüenza de la marina mercante italiana que reprueba su imprudencia, impericia, sus mentiras y su cobardía y que ahora enfrenta a la justicia que lo acusa de homicidio culposo y de abandono de la nave.

Pero seguiré viajando en cruceros. Pese a todo lo anterior viajar en crucero es un placer que no me negaré hasta que los años lo permitan. Si la salud me falla me consuela saber que los cruceros llevan frigorífico.