domingo, 19 de agosto de 2012

El que espera desespera

El que espera desespera
Cúcuta es, y ha sido una ciudad afortunada: en medio de sus peores momentos no solo ha sobrevivido, sino que ha renacido como un Ave Fénix.
No habían cesado las replicas del terremoto que la arrasó totalmente en 1875, cuando los cucuteños de ese entonces tuvieron la fortuna de que el gobierno no ofreció ayudas, ni reconstrucciones, ni estudios de suelos, ni subsidios para los damnificados. Tampoco las pidieron. Los cucuteños sabían que tenían que reconstruir su querida ciudad ellos solos, con su propio esfuerzo, sin pedir ni esperar ayudas. Y de manera unánime asumieron esa responsabilidad. La reconstruirían en el mismo sitio.
Se ordenó elaborar el plano de la nueva ciudad, en el cual la ubicación de las calles no coincidía, no podía coincidir, con las antiguas calles y carreras, pues las vías deberían ser muy amplias. En un ejemplar acto de entendimiento colectivo todos aceptaron que sus casas quedaran no precisamente sobre las ruinas de la anterior, sino donde el nuevo diseño urbano las ubicara. Un año después la ciudad renacía, más hermosa, mas prospera. Y repito: sin ayudas de ningún gobierno, sin esperar ningún subsidio, sin las poderosas excavadoras y máquinas de hoy. Solo con el espíritu solidario en donde ricos y pobres aportaron en la medida de sus capacidades. Una excepción: se dice que su majestad británica, la reina Victoria amante del chocolate que le enviaban de los valles de Cúcuta, al conocer la  noticia del terremoto envió una donación con destino a la reconstrucción del hospital de la ciudad.
Poco después la ciudad volvió a ser asolada y semidestruida por el sitio a que fue sometida en la guerra civil de los  mil días. Igualmente sin subsidios ni ayudas, la ciudad renació y con ella la industria y el comercio.
Cincuenta años después la ciudad sufrió la avalancha de los verdaderos desplazados de nuestros pueblos y campos, que buscaban (buscábamos) sobrevivir en nuestra cálida ciudad. Por supuesto que en esos años  no existía ley de protección, subsidios e indemnizaciones a las víctimas. A esos desplazados, les tocó trabajar. Y trabajando prosperaron. A su presencia se debe la existencia de numerosos y gratos barrios ya consolidados de la Cúcuta actual.
¿De Gramalote qué? En este nuevo milenio, a las gentes del querido Gramalote las tienen esperando el cumplimiento de promesas, la ubicación del sitio, la elaboración de estudios de suelos, el pago de subsidios. No quiero ser profeta pero me temo que se quedarán esperando si ellos mismos  no optan por aceptar que nada les va a llegar, o que llegará demasiado tarde y a contravía del gusto de sus gentes. Aceptar igualmente que si quieren salvar su heredad les tocará a ellos mismos reconstruir lo que fue y sigue siendo suyo. Algunos ya lo han  entendido así y cansados de esperar lo que nunca va a llegar, están regresando a sus lares para emprender una reconstrucción a su gusto y conforme a su carácter regional y no conforme a diseños y planos efectuados en la distante y esquiva Bogotá. Sé que un estudio de ingenieros locales, indica que el mejor sitio para reconstruir a Gramalote es el mismo sitio actual desechando, por supuesto, la zona inestable que produjo el desastre.
Inicié esta página diciendo que al igual que el Ave Fénix, Cúcuta es afortunada y me reafirmo en lo dicho, pues  no solo ha sobrevivido a terremotos, inundaciones, invasiones por el arribo no planificado de gentes de todos los confines de Colombia, sino que ha sobrevivido a pesar de la cortedad de metas de sus alcaldes (de algunos, para  no generalizar), concejales y parlamentarios.
Por último: A los gramaloteros les recomiendo releer “El coronel  no tiene quien le escriba”.

Cúcuta fue reconstruida en el mismo sitio, al gusto de sus gentes y sin  esperar nada del gobierno
La ciudadanía (el sector privado) hacia carreteras sin esperar que las hiciera el gobierno. Y se hacían