Ya había hablado de mujeres de novela, esas que existieron sin existir, hijas de la imaginación del novelista, pero que crearon prototipos de mujeres que no se olvidan.
Hoy me referiré también a mujeres de novela, pero de mujeres peligrosas, algunas malas, inquietantes.
Algunos
novelistas parece haberse especializado en crear prototipos de mujeres
peligrosas, pero adornadas de características de belleza, ingenio, simpatía que
las hace encantadoramente peligrosas.
Arturo Pérez-Reverte (Cartagena-España) es un maestro en la creación de ese tipo de
damas. Veamos algunas: en "La Piel del Tambor" nos trae a Macarena,
la muy noble duquesa sevillana, seductora de cuestionados banqueros y de un
psicorrígido y elegante sacerdote de la diplomacia vaticana. La intrépida mexicana
Teresa Mendoza protagonista de "La Reina del Sur", aventurera,
contrabandista, líder. La enigmática,
traicionera y profundamente maquiavélica Tánger Soto, en "La Carta
Esférica". Una de sus recientes creaciones:
Mecha Inzunza, calculadora y ambiciosa
protagonista de "El Tango de
la Guardia Vieja" mujer que "Parecía salir de las páginas selectas de
una revista ilustrada: lucía collar largo de perlas y pendientes a juego.
Esbelta, tranquila, caminando firme sobre tacones altos en el suave balanceo de
la nave, su cuerpo imprimía líneas rectas y prolongadas, casi interminables, a
un vestido verde jade largo y ligero, que desnudaba sus brazos, hombros y
espalda hasta la cintura."
Son muchas más las mujeres peligrosas o trágicas que
desfilan en las numerosas y aplaudidas novelas de Pérez-Reverte, entre ellas
doña Inés de Alcozar, la damita de honor pintad por Velásquez en Las Meninas, infantil
novia secreta del paje del capitán Alatriste.
Mario Vargas Llosa, se supera al crear a una
súper perversa en su novela "Travesuras de la Niña Mala". Lily, la
Niña Mala, atrae irresistiblemente a sus enamoradas victimas, convirtiéndose al
final ella misma también víctima. Lily interesada
en los movimientos de la izquierda beligerante encarna a ciertas universitarias
que conocimos en los años cincuenta y sesenta, enamoradas del Che y de la
izquierda internacional.
La niña mala de Vargas Llosa se acerca a la bellísima
Severine, esa enigmática mujer que Buñuel
plasmó en "Belle de Jour", (guion sobre la novela de Joseph Kessel). Catherine Deneuve inmortalizó a la correcta y burguesa, esposa
de día, pero que en las tardes complace
todos los gustos perversos de los clientes de un elegante prostíbulo. Severine nos deja una duda: ¿era realmente
perversa?, o solo increíblemente curiosa por experimentar lo prohibido y
abyecto?
Imposible no mencionar a un prototipo de mujer, o mejor, de niña peligrosa: Lolita,
hija de la mente febril de Nabokov. Las Lolitas, son un espécimen que no es
extraño en todos los medios y que es común denominador de una categoría de nínfulas,
niñas adolecentes, maliciosas, provocadoras, descaradamente coquetas con los
hombres mayores, y que con aparente inocencia los arrastran a situaciones
inmorales y fuera de la ley. El amigo Silvio Berlusconi nos puede ilustrar a
este respecto.
El gran novelista brasileño Jorge Amado crea figuras
femeninas de gran simpatía y calor humano, algunas simplemente liberadas, o
condescendientes como Gabriela Clavo y Canela, doña Flor y sus dos maridos, o Teresa
Batista cansada de guerra. Pero una de verdad mala es recreada en: “Tieta do Agreste”.
Antonieta -Tieta- es la muchacha pueblerina, pastora de cabras, que es
expulsada a los 17 años de su casa y de Agreste, su pueblo, por un haber perdido la virginidad. Se
traslada a Sao Paulo, en donde encuentra fortuna ejerciendo con éxito comercial
la más antigua profesión de la historia. Ya cuarentona regresa a su pueblo,
precedida de la fama de ser la rica viuda de un acaudalado aristócrata de Sao
Paulo. Ante su falsa viudez, pero real riqueza, el pueblo y su familia olvidan
el motivo de su exilio, se convierte en un influyente personaje, se disputan su
amistad, la agasajan. Pero ella no puede olvidar sus ardores y enamora a su
joven sobrino a quien hace desertar del seminario. Incesto, escándalo y todo lo
demás. Definitivamente mala y peligrosa.
Sábato, trae una mujer enigmática y perturbadora:
Alexandra.
Una
de mis mujeres peligrosas favoritas es
Carmen la sevillana, inmortalizada en la
novela de Prosper Merimé, y en la
opera del mismo nombre, de Bizet. Carmen es la sublimación de la coquetería
descarada y de la volubilidad, especialista
en despertar el demonio de los celos, encarna el temperamento fogoso y
aventurero, la búsqueda y encuentro con la tragedia. Carmen es inolvidable y
fascinante. Es la mujer fatal.
Estados Unidos nos aporta a Scarlet O´Hara, (Lo que
el Viento se Llevó). Scarlett es todo lo contrario de la esposa abnegada,
amorosa y fiel. Es vanidosa, caprichosa y manipuladora.
La literatura infantil y ahora la literatura de los
comics o tebeos, aporta otras mujeres a las cuales los psiquiatras actuales les
dan perversos simbolismos: Caperucita Roja, la Bella Durmiente, Blanca Nieves y
sus siete enanitos. Y para dar gusto a un amigo columnista del diario local me
atrevo a citar a la Mujer Maravilla, que le inspiró encendidos sueños eróticos.
Dostovieki crea en su monumental novela “Los
Hermanos Karamasov” tres mujeres profundamente diferentes y de marcada
personalidad.
La pequeña Liza, que se propone ruborizar y enamorar
al joven y piadoso seminarista Aliocha. Pero ella no es mala, solo coqueta.
Katia, la culta y burlada novia de Dimitri, no es mala, solo despechada
y vengativa. Katia es la encarnación del orgullo pisoteado, que se debate entre
el amor y el odio, entre el deseo de salvar a Dimitri o de hacerlo condenar.
La mala es Gruschenka la encantadora cortesana
dotada del don de enceguecer a los hombres. Amante del padre de los Karamasov, no
tiene reparos en enamorar a su hijo Dimitri, de quien termina enamorada. Dimitri,
acusado de la muerte de su padre es
juzgado y condenado a prisión en la temible Siberia. Ella cuando culmina el
juicio y pese a estar enferma resuelve compartir el destino de condenado y
acompañarle a Siberia. Aliocha el hermano
menor de esa compleja familia, la describe en ese momento: “…Gruchegnka
estaba entonces más seductora.../...Los ojos de la enferma habían cobrado un
matiz de resolución, una expresión serena pero inflexible, que se manifestaba
en todo su ser. Entre sus cejas había aparecido un ligero pliegue vertical que
daba a su hermoso rostro una expresión reconcentrada y algo severa a primera
vista. De su reciente frivolidad no quedaba el menor rastro.../… De su mirada
había desaparecido la altivez, para ceder su puesto a una especie de brillante
dulzura a la que a veces se mezclaban maléficos resplandores.” El amor redime las maldades de la seductora Gruchegnka.