miércoles, 12 de noviembre de 2014

La Eterna Juventud

LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD

Desde los tiempos más remotos de la historia, el agua ha dado lugar a muchos mitos y leyendas. En Babilonia, Egipto, la India, China, el agua fue objeto de encantamientos y supersticiones.
La mitología griega y romana incluía a  las Ninfas  y  Las Náyades, bellas jovencitas que eran las custodias de manantiales de aguas  mágicas, gracias a las cuales las Ninfas no envejecían. Pero además los viejos que se casaban con ellas se contagiaban del don de la juventud.  Hoy lamentablemente no conocemos Ninfas ni fuentes mágicas; existen eso sí las “nínfulas”,  niñitas precoces, o “Lolitas” a quienes acuden  algunos despistados señores maduros, contradictoriamente llamados  “viejos verdes” que vanamente creen pueden rejuvenecer al lado de las nínfulas.
En Delfos, sede del famoso oráculo, manaba la fuente Castalia, de poderosas virtudes.
La biblia narra que desde tiempos remotos existían fuentes y piscinas con potentes aguas curativas, que hoy sabemos eran aguas termales.  
Los romanos descubrieron las propiedades benéficas de las aguas termales, propicias para curar muchas dolencias y relajar los cuerpos cansados por la edad o la fatiga y construyeron las famosas termas, que son los antecesores de  los actuales SPA, siglas latinas de  Salutem Per Acuam, la salud por el agua.
El cristianismo instituyó el agua del  bautismo que abre la puerta a la vida eterna. El rio Jordán era el de las aguas bautismales.
En la Edad Media los baños y la higiene personal eran tema poco usual, pero sin embargo aparecen referencias a ciertas fuentes de los placeres, el Bosco y Lucas Cranach dejaron entrever en sus tablas y lienzos algunas referencias a esas piscinas y fuentes.
La religión católica vincula diversas apariciones de la Virgen María con fuentes que generan sanaciones. Recordemos la fuente de Lourdes en Francia,  y en  nuestro medio provinciano el agua de la Virgen de Torcoroma en Ocaña.
De modo que ciertas aguas de fuentes especiales, están asociados desde todos los tiempos a  mitos y leyendas, a salud, a juventud, o a virtudes medicinales.
Los alquimistas y nigromantes medioevales dentro de sus afanes por encontrar la piedra filosofal, o fórmula magna, que convertiría el plomo en oro, también buscaban el elixir y la fórmula de la inmortalidad. Por ello es permanente el interés por encontrar una fórmula que otorgue la “Eterna Juventud”.
El descubrimiento de América por los españoles dio lugar a que circularan las mas inverosímiles leyendas y fantasías, alimentadas por la mente febril de quienes se aventuraron a embarcarse en pos de lo desconocido y cuya imaginación alimentada por las mal traducidas narraciones de los nativos, generaron leyendas que perduraron por siglos.
Una de esas leyendas fue la de del fabuloso  El Dorado. La otra, la búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud.
Recién se iniciaban los primeros años de la exploración y conquista de las enormes tierras de la América, cien veces más grande que la misma España, cuando los intrépidos marinos y conquistadores se interesaron en preguntar a  los indios  ¿Dónde se encuentra el oro?  Algún indio dejó escapar un comentario sobre una fuente cuyas aguas no dejaban envejecer a quienes se bañaban en ellas o las tomaban.
Juan Ponce de León escuchó esa noticia. Era terco, soñador y planificador. Y pese a que  la empresa de conquistar, colonizar y poblar el Nuevo Mundo, era de proporciones inimaginables organizó a su costa una flota de tres barquitos, precariamente orientados por una insegura brújula y sin mapas (pues no se esperaron a comprar un modesto equipo de posicionamiento geosatelital),  se lanzaron a la búsqueda de esa misteriosa tierra, en la cual se encontraba la Fuente de la Eterna Juventud.  Hizo más o menos lo que ahora hacen los cubanos que desesperados con los hermanos Castro quieren huir de Cuba y llegar a la Florida embarcándose en lo que puedan, desde una balsa a una canoa.
El entusiasta Ponce de León  zarpó en 1513 y llegó a lo que creyó era una isla que bautizó como La Florida, por haber llegado el día de Pascua Florida.
Iniciada su exploración se tropezó con los inclementes pantanos de los Everglades, los cocodrilos  y con la fiereza de las tribus indias. Resultó flechado y frenado un tanto su optimismo, aceptó la humillación del fracaso y regresó a Puerto Rico  en donde se le rinde homenaje a su memoria.
Ponce de León dejó abierta la inquietud de la Fuente de la Eterna Juventud, y otro  más terco y emprendedor retomó la búsqueda para protagonizar una de las más increíbles odiseas de la historia de todas las expediciones y conquistas.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca.  Nueve años secuestrado y extraviado. El increíble viaje a pie de la Florida a Baja California.
El joven hidalgo don Alvar Núñez Cabeza de Vaca, por los años de 1525 también había oído en España la leyenda de un jardín que escondía multitud de tesoros y la fuente de agua cristalina, la "Fons Juventutis"  que otorgaba la eterna juventud a quien de ella bebiera.  Tanto jóvenes como viejos, y más los viejos que los jóvenes, saben que el mayor tesoro es la juventud.
Obsesionado por lograr lo que Ponce de León no logró, se embarcó, como segundo al mando en la expedición capitaneada por don Pánfilo de Narváez. Destino: explorar la Florida, donde las leyendas situaban la Fuente.
Desembarcaron e iniciaron las extenuantes caminatas a través de selvas y pantanos.  Después de dos meses de insoportables penalidades, ataques de las tribus, hambre, enfermedades, optaron por regresar al sitio de desembarque.
La angustia fue enorme al descubrir que los barcos habían abandonado su puerto y regresaron a la Española (Hoy Santo Domingo y Haití)  pensando que los expedicionarios habían muerto en su empeño.
Pasaron nueve años desde el triste final de la expedición. Ya pocos recordaban a estos hombres. Por demás que la desaparición de grupos de conquistadores perdidos en las selvas americanas era muy frecuente.
Para ese momento, ya los conquistadores habían tomado y poblado a la Nueva España, el México de hoy. Así fue como un día, nueve años después, unos caballeros españoles  que incursionaban por un desierto en cercanías de Culiacán, vieron lo que podía parecer una alucinación: a lo lejos un grupo de trece escombros humanos, semidesnudos, gritaban: “!...somos españoles…”
Ese día reapareció Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
Increíblemente habían caminado en busca de la civilización a través de lo que hoy es el sur de los Estados Unidos y Baja California en México. Habían atravesado el continente del Atlántico al Pacífico, a pie y en las más duras condiciones.  Tampoco encontraron la escondida Fuente de la Eterna Juventud.
Pero lo más increíble, es que pese a esta cruel experiencia, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, como ejemplo de tercos, de optimistas y de emprendedores, se embarcó de nuevo y vivió muchas más aventuras. Poco después ya estaba descubriendo tierras en Paraguay, maravillándose ante las cataratas de Iguazú y le sobró tiempo para escribir un libro en que narra sus increíbles aventuras: “Naufragios” cuya lectura recomiendo.  
Pese a los fracasos de Ponce de León y de Núñez Cabeza de Vaca los humanos seguimos pensando en que debe existir algo que, si no otorgue la eterna juventud a que estaba condenado Dorian Gray, si por lo menos retrase o haga menos dura la humillación del envejecimiento.  La ciencia trabaja en eso. Y logra resultados.
¿Pero hacer a la humanidad más vieja es solución? ¿O es problema?
Hace años, el promedio de vida era de menos de cuarenta años. Fue aumentando y hoy ese promedio supera los setenta y cinco años. Eso quiere decir que el mundo se está llenado de viejos, y por lo tanto de problemas.
¿Valdrá la pena conseguir la fuente de la eterna juventud a base de hormonas, cremas, algas, vitaminas y yerbas raras, o de matrimonios con “nínfulas”?.¿ O será mejor dejar que todo fluya naturalmente?. Algunos nacieron para llegar a viejos y muy viejos. Otros se  verán muy satisfechos con no llegar a ser ancianos antes de tiempo y de saberse ir a la hora indicada.
Algunos soñadores piensan en que no es el cuerpo el que debe eternizarse sino la mente. Se propone un banco de cerebros, que se organizaría mediante copias biotecnológicas de cada cerebro, copia que podrá activarse en un computador en cualquier tiempo y saber lo que una persona sabía o pensaba. Un cerebro cabría sobradamente en una USB  ¿Será otra forma de inmortalidad?   Por mí,  prefiero seguir soñando e incursionando por los más remotos lugares de la geografía al estilo de Cabeza de Vaca y de Ponce de León. Por lo menos mientras pueda moverme por mis propios medios. Ya está definido el próximo viaje y la próxima navegación siguiendo la ruta de los Argonautas.

Hebe, de la mitología griega llamada Juventas en la mitología romana, era una divinidad con el poder de rejuvenecer a los ancianos.

Luicas Cranasch idealizó la fuente de la juventud en su famoso cuadro.