lunes, 31 de agosto de 2015

El perfil de algunas ciudades vistas desde el mar.

El perfil de algunas ciudades vistas desde el mar.
Así como a las personas las podemos ver  de frente o de perfil, o aún  de espaldas, las ciudades también pueden ser vistas desde diferentes ángulos. Pero no todas las ciudades se pueden ver de perfil.
Normalmente vemos a las ciudades desde adentro, cuando ya estamos sumergidos en sus calles, o cuando las contemplamos desde la altura. Las ciudades portuarias tienen el privilegio que las podemos ver desde afuera: desde el mar, es decir de perfil, recortadas contra el horizonte.  Ese perfil de algunas ciudades será el tema para estas disquisiciones viajeras tema que se me ocurrió al leer a Tomas Mann quien en “Muerte en Venecia” nos dice que al acercarse el  barco a Venecia, al viajero, “…se presentaba a la vista la magnífica perspectiva, la deslumbradora composición de fantásticos edificios que la república mostraba a los ojos asombrados de los navegantes que llegaban a la ciudad;  la graciosa magnificencia del palacio y del Puente de los Suspiros, las columnas con santos y leones, la fachada pomposa del fantástico, templo, la puerta y el gran reloj, y comprendió entonces que llegar por tierra a Venecia, bajando de la estación, era como entrar a un palacio por la escalera de servicio. Había que llegar, pues, en barco…”
Entonces reviví esos minutos dorados en que precisamente hice lo indicado: llegar a Venecia en barco. Al deslizarse el crucero frente a la ciudad, en busca del muelle, la esplendorosa y Serenísima ciudad vista en su perfil desfiló ante nuestros ojos. Desde la altura del puente trece del crucero la ciudad era otra. Que diferente de la reducida visión que se nos presenta cuando llegamos en tren.
Pensé entonces que algunas ciudades tienen el privilegio de poder apreciar su perfil desde el mar.
Nueva York. Desde el mar su perfil es inconfundible, inolvidable e impactante. No es el mismo que puede verse caminando por sus avenidas ni desde el la ventanilla del avión.  Aún lejos del puerto, desde el crucero  podemos ver el mismo panorama que emocionó hasta las lágrimas a los miles de inmigrantes irlandeses o italianos, ante la estatua de la Libertad, el bosque de rascacielos, el verdor de sus parques, la actividad de sus avenidas.  Al desembarcar, la imagen del perfil de la ciudad se desvanece y nos enfrentamos al ritmo frenético de la vida cuotidiana, de sus tumultos, de sus ruidos y estridencias, pero que de  ninguna forma le hacen perder encanto a esta maravillosa metrópolis.
Malta. La Vallette. Empieza a amanecer y el barco se aproxima al puerto. La primera impresión es que la ciudad y la isla son de oro. El sol la golpea horizontalmente y sus edificios resplandecen.
Sorrento: Desde el puente del crucero quisiera uno demorar el desembarco para gozar  del paisaje de su entorno: espectaculares acantilados,  montaña florecida, lindas casas sobre el borde de la serpenteante carretera de la Campania, la ciudad, más pueblo que ciudad, respira alegría, sol, calles  bordeadas de coloridas tiendas, iglesias, pequeñas plazas.   Pero desembarcamos y nos encontramos  con lo que desde lejos no podemos disfrutar: amabilidad, el limoncello, y la más maravillosa pizza del mundo.
Ciudades de las islas griegas: Son muchas y necesaria y afortunadamente solo se puede llegar a ellas en barco. De  modo que la primera impresión es su perfil.  Todas distintas y todas iguales.  Playa y  montaña. Casas de un blanco resplandeciente. Puertas y ventanas azules. Patios y pequeñas plazoletas con emparrados y coloridos y pequeños restaurantes.  Algunas montañas con olivos. Todo lo podemos apreciar desde nuestro barco. Al acercarse podemos encontrar las diferencias entre  Myconos, Creta, Santorini, Corfú, Poros, Aegina, Hidra… Sus pequeñas iglesias ortodoxas con sus cúpulas azules que se confunden con el azul del cielo. Algunas con  Molinos de viento. Todas con decenas de barcos y barquitos de pescadores en sus marinas.  Islas que desde el barco despiertan emociones estéticas que nos hacen envidiar a sus plácidos moradores a quienes suponemos alegremente irresponsables como su prototipo el inolvidable Zorba.
San Francisco. Las ciudades de los Estados Unidos en su gran mayoría carecen de personalidad y todas se identifican por autopistas que las atraviesan y dividen, los complejos círculos de distribución de vías, grandes centros comerciales, dificultad para pasear a pie.  Son  excepcionales las ciudades como San Francisco, New York, Boston, Los Ángeles en donde existen andenes y calles para un amable recorrido a pie.
Llegar a San Francisco en  barco es otro espectáculo que impacta gratamente los sentidos: Los puentes, el perfil de la ciudad que trepa por sus colinas, los viejos muelles, todo hace que este panorama sea inolvidable y digno de repetirse.
Barcelona. Desde el puente más alto del barco y aún lejos del puerto,  nos alegraos al ver un panorama de lejanas y altas montañas, Montserrat, otras más cercanas  Monjuich, las torres de la catedral gótica, las inconfundibles torres de la Sagrada Familia. Más de cerca vemos a Colón desde su alto monumento señalando el infinito y el inicio de la bella gran Rambla. Desembarcamos y lo que veíamos de lejos se vuelve maravillosa vecindad: Santa María del Mar, las atarazanas, remontamos la Rambla, curioseamos el Liceu, seguimos adelante y entramos a esa catedral de alimentos que es la Boqueria, tal vez el mercado más lindo del mundo. Penetramos en el medioeval barrio gótico, la viejísima catedral,  sus callejuelas llenas de misterio. Nos adentramos en la zona Gaudí y más adelante nos extasiamos ante la Sagrada Familia. Pero hay  más por ver y vamos al parque Güell. Pero ya me aleje del  mar, y el tema es la ciudad vista desde el  mar.
Valparaíso. Al abrir las cortinas de la cabina muy de madrugada cuando el crucero se aproxima al puerto la primera impresión desde la distancia  es el enfrentarnos a una película de ciencia ficción con  un panorama de enormes “mutantes” de largos cuellos que con sus poderosos brazos toman con increíble precisión contenedores para depositarlos sobre grandes camiones, o colocarlos en  sitios diferentes apilándolos con precisión milimétrica unos sobre otros. Amanece, sale el sol, se desvanece la cortina de bruma y vemos una ciudad de casas multicolores que trepan por las colinas que enmarcan el puerto, ascensores que desde las calles de abajo llevan a las zonas altas. Ambiente eminentemente marinero, multitud de pequeños barcos pesqueros. Viento y olor a mar.
Rio de Janeiro. Los asombrados marineros que navegaban en las naves lusitanas de  Pedro Álvares Cabral y  Gaspar de Lemos no daban crédito a sus ojos cuando desde sus veleros descubrieron lo que creyeron  era el paraíso terrenal. Habían llegado a  la bahía de Guanabara, que confundieron con un río y a ese sitio encantador lo llamaron  Río de Enero, en portugués Rio de Janeiro. Era el 1 de enero de 1502.
Hoy esa joya de la naturaleza es la sede de una linda ciudad, que vista desde el mar nos recuerda el impacto visual de los marineros que hace quinientos años la descubrieron para el mundo occidental, pero ahora agregamos el perfil de una ciudad que se despliega desde las bellas playas hasta las montañas atestadas de casitas multicolores, esa enorme roca Pan de Azúcar, su fenomenal estatua del Salvador, su arquitectura portuguesa colonial que se alegra con la influencia afroamericana.
Se insinúan  en los recuerdos muchas otras ciudades, grandes o pequeñas, poblados pintorescos que lucen bellos desde el mar, pero se haría  muy larga la crónica. Sin embargo no puedo dejar de mencionar perfiles inolvidables: Split en  Croacia,  San Juan de Puerto Rico, Vancouver en Canadá, la remota Punta Arenas en el fin de la Patagonia chilena, Cabo San Lucas en Baja California de México, Marsella en Francia, Nápoles en Italia, y tantas ciudades de la bella Sicilia, como Trapani, Messina,  Catania. En el oriente Hong Kong, o en la  mitad del  pacífico Honolulu. Pero será en otra oportunidad.



Barcelona

domingo, 23 de agosto de 2015

Palabras Inspiradoras

Palabras inspiradoras.
No todas las palabras de nuestro idioma trasmiten emociones o sentimientos, o deseos. Algunas nos mueven algo, bien apasionadamente, bien sentimentalmente, bien sensitivamente. Se me ocurren las siguientes palabras que en solitario pronuncio en voz alta:
Patria, guerra, odio, venganza, ataque, revolución, muerte, tortura, socorro, alto, ira, vejes,  cáncer, madre, bebé, niño, papá, caricia, pétalo, flor, perfume, premio, frio, calor, asado, dulce, miel, playa, cama, sueño, almohada, luz, gol, mojicones, pasteles…
Otras palabras solo dicen algo especial para algunos, por sus aficiones, recuerdos, fobias, mientras que a los demás son solo una palabra más.
Para mi decir Paris, Andalucía, Chinácota, tiene sentido especial. Para otros serán palabras diferentes las que muevan recuerdos, temores, ilusiones.  
Otras despiertan fobias o miedos, en  mi caso: salto al vacío, alacrán, secuestro, guerrilla, ahogo, asfixia. Otras palabras me dan paz: arrebol, panorama, jardín, libro, armonía, bolero, concierto. Algunas me ponen (o me ponían cuando litigaba) en agradable alerta: alegato, sentencia, concepto, contrato.
Hay palabras “secretas” cuyo sentido solo lo sabe uno mismo y que se relaciona con vivencias, lecturas, enseñanzas, momentos, circunstancias: Rey Lehar, Egmond, Doctor Zhivago, Candilejas, La vida en rosa, Caballo Viejo, Hojas de Otoño (las hojas muertas),  embárcate,   brindemos, San Luis Gonzaga, castidad, descalza.
Por todo lo anterior, cada uno de nosotros tenemos expresiones y, lecturas y escritos con significado propio, algunas veces herméticos.
Y ahora que pronuncio, o escribo, la palabra hermético es oportuno disertar sobre lo hermético, y necesariamente veremos su parentesco con lo gótico, con la alquimia, con las fórmulas magistrales, con la piedra filosofal, con el misterio del arte gótico, con Nicolás Flamel., con Fulcanelli.
Un tema apasionante, que tal vez merezca una sesión de escritura sabatina o dominical mas extensa pero que ahora solo esbozaré.
Hermético, parece que se deriva del dios Hermes de la mitología griega, llamado también Mercurio al pasar a la mitología romana. Y recordemos que el metal mercurio, es elemento básico de todas las fórmulas mágicas o herméticas de los alquimistas.
Las catedrales góticas y lo hermético están íntimamente relacionadas y sus misterios estaban reservados a los iniciados en el “art gotic”. Pero ese será un tema para otra entrada de mi blog Calle Mayor.