martes, 24 de noviembre de 2015

El Pentimiento

El “Pentimiento” según  Almizares
                                                          
Dentro de los recuerdos de tantas lecturas,  creo que la palabra “pentimiento”, la intuí  hace  años cuando por primera vez leí “El Remordimiento” una de las obras del genial Fernando González el ermitaño filosofo de Otrabanda- Antioquia- . A lo mejor no soy original en la interpretación  de esta palabra. Es posible que otros lectores de Fernando González hayan llegado a descubrir el “pentimiento” como una palabra escondida dentro de los pensamientos del filósofo. Curiosa palabra que no aparece en los diccionarios con el sentido que el insinúa, pero que usan los peritos italianos de arte para referirse a las pinturas que aparecen tapadas por nuevas pinturas en los lienzos de antiguos artistas. Los comentaristas de arte suponen que el artista tuvo una curiosa especie de “arrepentimiento” de lo que ya había dibujado.
El arrepentimiento que tradicionalmente conocemos se refiere al dolor y propósito de penitencia, resarcimiento y petición de perdón y al remordimiento, que básicamente tiene implicaciones religiosas: arrepentirse de un pecado o una falta y proponerse no volver a cometerte.
Mi versión personal de “pentimiento” es opuesta a la del arrepentimiento y al remordimiento a que se refiere el catecismo, y se inspira en algún pasaje de Fernando González, que es ese sentimiento que nos aflora después de que mentirosamente décimos que “no gracias” cuando se nos ofrece un delicioso bocado, un estimulante licor, o la posibilidad de una graciosa compañía.
La reacción posterior es el pentimiento: ¿porqué dije que no? ¿Por qué deseche tan delicioso bocado? ¿Por qué se impusieron las normas de protocolo o de urbanidad sobre el deseo? ¿Por qué el temor a hacer una leve incorrección, una leve contravención, o el temor de hacer el ridículo, me impidió un gusto personal?
No estoy hablando de pecados ni de delitos. Solo de oportunidades y de eventuales contravenciones a lo establecido en normas sociales no escritas pero que son vigentes y cambiantes según las épocas y las regiones.
Mejor leer en la fuente a Fernando González en El Remordimiento, y sus vivencias en su estadía en Francia: “Tres son las mujeres con quienes he imitado a José (*): la criada Margarita, en mi niñez, cuando estudiaba donde los jesuitas y vivía con mi tío Baltasar. Con ésta fue por incapacidad material, que es el más cruel de todos los remordimientos. Teanós, de Atenas, y Toní, de Alsacia. ¡Variados remordimientos que me causan las tres mujeres que me amaron y de quienes no gocé, ya por impotencia, ya por estar enamorado de una imagen propia, o sea, enamorado de la superación!”  (*se refiere al casto José de la biblia)
”Siento necesidad de sacar en limpio, comentar y terminar las notas escritas durante la época en que vivió en casa la señorita Toní. Deseo que conozcan tanto de mí como yo y que sepan que jamás he consentido en el pecado. Además, las mañanas, cuando no hay presión atmosférica y salgo para Envigado a beber café bajo las ceibas, la imagen de Toní me tienta. Siento remordimiento de no haberle recibido el cuerpo que me ofreció. ¡Si el lector la conociera! …/….”
“Esa fue la sensación que tuve la mañana invernal en que entró a casa con el periódico en la mano. Yo soy intuitivo. Tocó a la puerta; abrí; preguntó por madame; subió las escaleras, y yo iba detrás, anonadado, sintiendo que iba a entrar en mi casa un poderoso animal. Yo quería decir que no; tenía el deber de negarme a recibirla. Pero ya Dios había dispuesto otra cosa, para que me perfeccionara en el estudio del remordimiento.”
Esa sensación es el pentimiento. El dolor de no haber procedido según un deseo personal.
En mis reflexiones, en donde revivo los tabús de la educación que recibimos los nacidos en las décadas de los treinta y cuarenta, en un ambiente de represión moral y en donde todo giraba sobre el mayor de los pecados que es lo relativo al sexo o sexto mandamiento, creo que lo que acongojó al escritor de Otrabanda no era el arrepentimiento, ¿arrepentirse de qué?  ¿De algo malo?  No. Era el sentido doloroso del pentimiento.

A estas alturas no resisto la tentación de incluir mas irreverentes citas de Fernando González sobre el mismo tema: “La infidelidad, tal como la describo, es patrimonio de las almas cuyo destino es la Divinidad. Es gran virtud. Procede del estado de imperfección que nos induce a buscar. Los hombres fieles no tienen porvenir.
“Después de algunos días felices, supe que Toní había dicho a Mlle. Babí: “¡No crea!; ¡no se volverá a casar!; ¡es muy viejo ya!”. ¿Por qué diría eso, que me hizo tener conciencia de la vejez?
“Lo dijo indudablemente para engañar, pues fue a poco cuando me escribió el papelito en que decía: “J.V.A.”. ¡Yo te amo!
“…/… Mientras no se ponga atención consciente, la tentación no causa remordimiento propiamente dicho, sino intranquilidad.
“Aquí hay problemas muy graves. Veamos. ¿De modo que también hay remordimiento de no haber obrado mal?”
Epilogo que también es Prologo: Cuando Alfonso el hermano de Fernando quiso publicar el libro en la recatada Medellín de los años treinta, le efectuó una serie de recortes y modificaciones para hacerlo púdico y aceptable. Antes de llevar a la imprenta le envió a Fernando el texto modificado. Para leer con mayor satisfacción El Remordimiento, es necesario leer la carta con la cual Fernando rechaza las correcciones, de la cual transcribo algunos deliciosos  apartes:
“Vamos a las supresiones: ¿Crees tú que la escena de la olida de los calzoncitos de Toní es inmoral? ¿Es mala? Entonces eres moralista, has perdido la inocencia vital. ¿No gozabas tú oliendo la ropa de nuestro padre? ¿No me deleito yo con el olor de las cabezas de mis hijos?
“Mientras más se intensifica el sentimiento amoroso, más los huelo deleitadamente. Oler es el primer acto del amor. …/…. Todos los animales, hasta nosotros, dizque privilegiados, olemos para amar, olemos para excitar la energía. Tal escena, que tiene raíces en la vida, es bellísima, casi la esencia del libro; sin ella, no tienen sentido las conclusiones. Tal era mi tentación, que olía sus ropitas; tal era el guiño tentador que me hacía la vida, que yo me medía sobre su cama, a solas, para ver cómo quedaba uno allí. Y todo eso lo suprimiste, para que pudieran leerlo las palúdicas, santas de palo.
¿Cómo te atreviste a poner “calzones” de Toní, en vez de “calzoncitos”? La muchacha tiene “calzoncitos”, o sea, pequeños, limpios, y Pacho-loco, el mendigo que acaba de entrar a casa, tiene “calzones”.
Pusiste “prendas de su feminidad íntima”, en lugar de “ropitas de Toní”. “Prendas” es como dicen los padres Ochoa y Mejía, curas de Envigado, en el púlpito, o sea, pornografía, hipocresía, vergüenza, pecado. “Ropitas” fue lo que yo vi y olí en la cómoda de la muchacha, o sea, unas camisitas y calzoncitos de seda, requetedoblados con el arte que tienen en Francia.
Si yo le hubiera ofrecido a la Virgen “los calzones de Toní”, ésta sería la hora en que estuviera avergonzado... “Calzones” y “prendas” tiene Fernanda Ramírez”