domingo, 31 de julio de 2016

Los libros y yo

LOS LIBROS Y YO
Álvaro Villamizar Suárez
Los libros y por consiguiente la lectura han sido los mejores compañeros de  mi vida, además han sido inspiradores de mis curiosidades, simpatías, aversiones, aficiones, sueños, iniciativas. Con los libros he conocido y viajado por todo el mundo. Desde muy niño conocí y aprendí a querer a Chile con la revista El Peneca que me alegraba todas las semanas con sus novelas y cuentos por entregas, y a la Argentina con el Billiquen, mas colorido pero menos interesante que el Peneca.
De la mano con Julio Verne le di la vuelta al mundo en ochenta días,  navegué con el capitán Nemo, compartí su rica biblioteca y admiré su amor por la soledad. Cabalgué por las estepas de Iberia con Miguel Strogoff.
Salgari me invitó a acompañar a Sandokan, el tigre de la Malasia y luego me embarquè con los piratas del Caribe.
Becker me llevó al país de los palacios de cristal, de las nubes y arreboles, y de las mujeres soñadas a la luz de la luna.
Don Quijote nunca me vio cuando disimuladamente seguí sus pasos como caballero andante por la amplia Castilla.
He paseado por la Madrid cojeando un poco al lado Quevedo, y compartiendo aventuras con el Capitán Alatriste. Me involucré en las revueltas contra las tropas de Pepe Botella en 1808.
Pocos años después visité con Washington Irwin la Alhambra.
Años después viví la Madrid zarzuelera de Pérez Galdós, Pereda, Alarcón.  En los años treinta del pasado siglo interpreté a Isidori bajo la guía de Jardiel Poncela.
Recorro todos los caminos de España y con Cees Noteboon soy peregrino en Santiago de Compostela.
Intimo con esas mujeres enigmáticas hijas de Pérez-Reverte.
Me introduzco irreverentemente en  muchas casas con Camilo José Cela.
Participo con Hemingway  en la guerra civil española y le acompaño en las corridas de toros y a todos los lugares de Andalucía.
 Recorro Barcelona con Vásquez Montalbán, Galicia Con Álvaro Cunqueiro y el País Vasco Con Pio Baroja.  
Las calles de Londres y la campiña inglesa me son totalmente familiares pues las he recorrido en compañía de Conan Doyle y Sherloc Holmes, y en la Inglaterra actual compartí aventuras y suspenso con  Frederick Forsyth.
He navegado en todos los  mares con  Conrad, Poe, Stevenson, Jack London, y Melville.
Conozco todos los rincones de Paris en la grata compañía de Maigret. Todas las provincias de Francia, andando con Balzac, Hugo, Dumas, Sand a quienes acompañé en  todas las etapas de la Revolución francesa y las guerras imperiales. Por ellos y otros infidentes conocí íntimamente a Napoleón y sus volubles hermanas y a las más volubles Josefina y María Luisa.
Con Axel Munthe conocí la historia de San Michele.
Me he ambientado en la gran Rusia con Dostoyevski y fui abogado defensor de Dimitri Karamazoff.  Turgenev, Tolstoy, Gogol fueron compañeros de viajes, complice en sus romances y aventuras.  Compartí el amor de Larisa con el doctor Zhivago, y sufrí los campos soviéticos de prisioneros con Vasilii Grosmann.
Sin duda que Hungría y los magiares me son conocidos acompañado de Zandor Maray, y Lajos Zilahy y otros mas..
Alemania y todas sus provincias la he paseado con Hermann Hesse.  Las tristezas de la guerra y posguerra las viví con Gunter Grass y Heinrich Boll.
Con Homero. Realicé los mas fantásticos viajes por las islas griegas. En la Grecia actual me he embriagado irresponsablemente con Zorba, por supuesto en compañia de Nikos Kasansaki. Ahora hice amistad con un tal Petros Márkaris y su simpático policía Kostas Jaritos
Conozco a Constantinopla, Bizancio y Estambul, todas ellas la  misma ciudad en sus distintas épocas en los libros de historia y la actual Estambul con Orhan Pamuk.
Viajé a Katay con Marco Polo y puedo dar fe de que todo lo que  narra es verdadero.
Colaboré con Colón en la redacción de sus diarios de navegación y le serví como abogado en sus cartas de reclamaciones al ingrato y miserable rey Fernando el Católico.
Volé en la alfombra mágica, navegué con Simbad, fui cómplice de Ali Babba, acompañé al califa en sus paseos nocturnos por Bagdad, y me conozco todos los rincones de Arabia teniendo como guía de turismo a  Las Mil y Una Noches.
He vivido los momentos estelares de la humanidad con Stefan Zweig.
Me aventuré a viajar al frio norte y en Copenhague Ibsen me presentó a su incomprendida y encantadora Nora en su Casa de Muñecas. Recientemente fui a Suecia y acompañé al desvelado y complicado inspector Wallander en sus recorridos por Escania, y otras regiones heladas de Escandinavia.
A Italia la  conozco de muchos siglos atrás, rastreando la historia romana en los viejos textos de Tácito, Julio Cesar, Suetonio. Presencié la decadencia y caída del imperio. Me adentré en la edad media y visité con Umberto Eco los monasterios en donde los estudiosos  monjes conservaron y copiaron las joyas de la literatura y de la ciencia. Me  sentí muy cómodo en la Florencia de los Medicis y con ellos recorrí la Toscana.  Leí a los pensadores de la época y polemicé con mi amigo  Nicolo Machiavelli. Visité a Pico de la Mirandolla en su bella casa de campo. Me gané una seductora y peligrosa sonrisa de Lucrecia. Más adelante acompañé a Silvio Pellico en su prisión, y le ayudé a Casanova en su fuga. Compartí aula escolar con mis compañeros de Corazón de Edmundo de Amicis. Ahora colaboro con el Comisario  Montalbano.
Portugal no me ha sido extraño, pues he viajado con Saramago por todos sus pueblos, iglesias, colegiatas y conventos.
La verde Erín me ha deparado gratos  momentos en compañía de Bernard Shaw, Oscar Wilde, Joyce. Desde niño viaje con Jonathan Swift y Gulliver.
He palpado la molestia y desasosiego que persigue a los sudafricanos blancos por su perversa opresión a los negros, y que aflora en las  novelas de Coetze.
Australia solo me es conocida con Morris West.
Me adentré en las montañas suizas en la poco conocida pero magnifica Vía Mala de John Kmittel.
Vivo y me hago amigo de la megalópolis neoyorquina con Auster. Y por la  California de los años cuarenta acompaño en sus investigaciones policiales a Ross MacDonld, y a Raymond Chandler.
Con Any  Munrroe me he introducido en la vida diaria de muchas familias canadienses.
Nuestra América hispana la he recorrido desde México hasta la Patagonia. En México viví los años del imperio en Chapultepec. Años más tarde sostuve entrevistas con Pancho Villa, Zapata, Plutarco Elias Calles, y todos los protagonistas y antagonistas de la Revolución. Se lo que es Como agua para chocolate,  Carlos Fuentes me presentó a su Gringo  Viejo y a Artemio Cruz.
Con Miguel Ángel Asturias visité al Señor Presidente en Guatemala. La poética  y volcánica Nicaragua me fue presentada por Rubén Darío.
Tardíamente visité a Cuba, invitado por Leonardo Padura para recorrer la Habana de antes y de ahora con sus amigos herejes.
Recorrí la Gran Sabana venezolana con Doña Bárbara, Cantaclaro, y los campos petroleros con Mene.
Me hice amigo de los personajes que me presentó Jorge Amado en el  norte del Brasil, y logré alguna intimidad con doña Flor, y sus dos maridos,  con Teresa Batista y con Gabriela clavo y canela, que por cierto prepara los más exquisitos platos de la gastronomía bahiana y árabe.
Al llegar a Lima Mario Vargas Llosa, me llevó a conocer al teniente Pantaleón, y sus amigables visitadoras, a su niña terriblemente mala, y su querida tía.
Isabel Allende me paseó por Chile de todas las épocas, y pude conocer a doña Inés la mujer de Valdivia y al rebelde Lautaro.
Valparaíso lo he recorrido con Roberto Ampuero y su querido detective Cayetano Brulé.
Le serví de lazarillo a Borges y departimos junto con Bioy Casares en el café Tortoni sobre el problema de Funes el memorioso.  Con Faustino Sarmiento entendí los enfrentamientos entre  Buenos Aires y el resto del país argentino.
En la  Nueva Granada recorrí los caminos de la conquista con fray Pero Simón, Aguado, y Juan de Castellanos. Acompañé al joven don Pedro de Urzúa y a Willian Ospina en la fundación  de Nueva Pamplona y en su trágica búsqueda del país de la  canela.
Luego ya en   Colombia acompañé al viejo  Coronel a quien nadie escribía y recordé que en casa se vivieron esos mismos  momentos por otro coronel de los  mil días, al que por fin cuarenta años después le llegó la prometida pensión y el diploma con su título de  Coronel. Álvaro Mutis me presentó al Gaviero, y en fin departí con muchos personajes de las letras nacionales.
Ahora mismo la joven pelirroja española  Vanessa  Montfort me acaba de impactar con su reciente novela La leyenda dela Isla sin voz, una de las mejores  novelas que he leído en  mi larga convivencia con  los libros. Todos los días recibo gratas sorpresas al descubrir  nuevos autores. Por ello mientras tenga a la mano más libros por leer, se tienen más motivos y metas  para vivir.
Más que países y ciudades, los libros me han puesto en contacto con personajes maravillosos, con caracteres creados por los  novelistas con la más refinada psicología y sometidos a las más diversas situaciones y circunstancias. Esos personajes de novela viven y con frecuencia superan a sus mismos autores.
Por ello mi mejor patrimonio y  mi mejor herencia para uno de  mis nietos son  mis libros.