LOS LIBROS Y YO
Álvaro Villamizar Suárez
Los libros y por consiguiente la
lectura han sido los mejores compañeros de
mi vida, además han sido inspiradores de mis curiosidades, simpatías, aversiones,
aficiones, sueños, iniciativas. Con los libros he conocido y viajado por todo
el mundo. Desde muy niño conocí y aprendí a querer a Chile con la revista El
Peneca que me alegraba todas las semanas con sus novelas y cuentos por
entregas, y a la Argentina con el Billiquen, mas colorido pero menos
interesante que el Peneca.
De la mano con Julio Verne le di la
vuelta al mundo en ochenta días, navegué
con el capitán Nemo, compartí su rica biblioteca y admiré su amor por la
soledad. Cabalgué por las estepas de Iberia con Miguel Strogoff.
Salgari me invitó a acompañar a
Sandokan, el tigre de la Malasia y luego me embarquè con los piratas del Caribe.
Becker me llevó al país de los
palacios de cristal, de las nubes y arreboles, y de las mujeres soñadas a la
luz de la luna.
Don Quijote nunca me vio cuando
disimuladamente seguí sus pasos como caballero andante por la amplia Castilla.
He paseado por la Madrid cojeando
un poco al lado Quevedo, y compartiendo aventuras con el Capitán Alatriste. Me
involucré en las revueltas contra las tropas de Pepe Botella en 1808.
Pocos años después visité con
Washington Irwin la Alhambra.
Años después viví la Madrid
zarzuelera de Pérez Galdós, Pereda, Alarcón.
En los años treinta del pasado siglo interpreté a Isidori bajo la guía
de Jardiel Poncela.
Recorro todos los caminos de España
y con Cees Noteboon soy peregrino en Santiago de Compostela.
Intimo con esas mujeres enigmáticas
hijas de Pérez-Reverte.
Me introduzco irreverentemente en muchas casas con Camilo José Cela.
Participo con Hemingway en la guerra civil española y le acompaño en
las corridas de toros y a todos los lugares de Andalucía.
Recorro Barcelona con Vásquez Montalbán,
Galicia Con Álvaro Cunqueiro y el País Vasco Con Pio Baroja.
Las calles de Londres y la campiña
inglesa me son totalmente familiares pues las he recorrido en compañía de Conan
Doyle y Sherloc Holmes, y en la Inglaterra actual compartí aventuras y suspenso
con Frederick Forsyth.
He navegado en todos los mares con
Conrad, Poe, Stevenson, Jack London, y Melville.
Conozco todos los rincones de Paris
en la grata compañía de Maigret. Todas las provincias de Francia, andando con
Balzac, Hugo, Dumas, Sand a quienes acompañé en
todas las etapas de la Revolución francesa y las guerras imperiales. Por
ellos y otros infidentes conocí íntimamente a Napoleón y sus volubles hermanas
y a las más volubles Josefina y María Luisa.
Con Axel Munthe conocí la historia
de San Michele.
Me he ambientado en la gran Rusia
con Dostoyevski y fui abogado defensor de Dimitri Karamazoff. Turgenev, Tolstoy, Gogol fueron compañeros de
viajes, complice en sus romances y aventuras. Compartí el amor de Larisa con el doctor
Zhivago, y sufrí los campos soviéticos de prisioneros con Vasilii Grosmann.
Sin duda que Hungría y los magiares
me son conocidos acompañado de Zandor Maray, y Lajos Zilahy y otros mas..
Alemania y todas sus provincias la
he paseado con Hermann Hesse. Las
tristezas de la guerra y posguerra las viví con Gunter Grass y Heinrich Boll.
Con Homero. Realicé los mas
fantásticos viajes por las islas griegas. En la Grecia actual me he embriagado
irresponsablemente con Zorba, por supuesto en compañia de Nikos Kasansaki.
Ahora hice amistad con un tal Petros Márkaris y su simpático policía Kostas
Jaritos
Conozco a Constantinopla, Bizancio
y Estambul, todas ellas la misma ciudad en
sus distintas épocas en los libros de historia y la actual Estambul con Orhan
Pamuk.
Viajé a Katay con Marco Polo y
puedo dar fe de que todo lo que narra es
verdadero.
Colaboré con Colón en la redacción
de sus diarios de navegación y le serví como abogado en sus cartas de
reclamaciones al ingrato y miserable rey Fernando el Católico.
Volé en la alfombra mágica, navegué
con Simbad, fui cómplice de Ali Babba, acompañé al califa en sus paseos
nocturnos por Bagdad, y me conozco todos los rincones de Arabia teniendo como
guía de turismo a Las Mil y Una Noches.
He vivido los momentos estelares de
la humanidad con Stefan Zweig.
Me aventuré a viajar al frio norte
y en Copenhague Ibsen me presentó a su incomprendida y encantadora Nora en su
Casa de Muñecas. Recientemente fui a Suecia y acompañé al desvelado y
complicado inspector Wallander en sus recorridos por Escania, y otras regiones
heladas de Escandinavia.
A Italia la conozco de muchos siglos atrás, rastreando la
historia romana en los viejos textos de Tácito, Julio Cesar, Suetonio.
Presencié la decadencia y caída del imperio. Me adentré en la edad media y
visité con Umberto Eco los monasterios en donde los estudiosos monjes conservaron y copiaron las joyas de la
literatura y de la ciencia. Me sentí muy
cómodo en la Florencia de los Medicis y con ellos recorrí la Toscana. Leí a los pensadores de la época y polemicé
con mi amigo Nicolo Machiavelli. Visité
a Pico de la Mirandolla en su bella casa de campo. Me gané una seductora y
peligrosa sonrisa de Lucrecia. Más adelante acompañé a Silvio Pellico en su
prisión, y le ayudé a Casanova en su fuga. Compartí aula escolar con mis
compañeros de Corazón de Edmundo de Amicis. Ahora colaboro con el
Comisario Montalbano.
Portugal no me ha sido extraño,
pues he viajado con Saramago por todos sus pueblos, iglesias, colegiatas y
conventos.
La verde Erín me ha deparado
gratos momentos en compañía de Bernard
Shaw, Oscar Wilde, Joyce. Desde niño viaje con Jonathan Swift y Gulliver.
He palpado la molestia y
desasosiego que persigue a los sudafricanos blancos por su perversa opresión a
los negros, y que aflora en las novelas
de Coetze.
Australia solo me es conocida con
Morris West.
Me adentré en las montañas suizas
en la poco conocida pero magnifica Vía Mala de John Kmittel.
Vivo y me hago amigo de la
megalópolis neoyorquina con Auster. Y por la
California de los años cuarenta acompaño en sus investigaciones
policiales a Ross MacDonld, y a Raymond Chandler.
Con Any Munrroe me he introducido en la vida diaria
de muchas familias canadienses.
Nuestra América hispana la he
recorrido desde México hasta la Patagonia. En México viví los años del imperio
en Chapultepec. Años más tarde sostuve entrevistas con Pancho Villa, Zapata,
Plutarco Elias Calles, y todos los protagonistas y antagonistas de la
Revolución. Se lo que es Como agua para chocolate, Carlos Fuentes me presentó a su Gringo Viejo y a Artemio Cruz.
Con Miguel Ángel Asturias visité al
Señor Presidente en Guatemala. La poética
y volcánica Nicaragua me fue presentada por Rubén Darío.
Tardíamente visité a Cuba, invitado
por Leonardo Padura para recorrer la Habana de antes y de ahora con sus amigos herejes.
Recorrí la Gran Sabana venezolana
con Doña Bárbara, Cantaclaro, y los campos petroleros con Mene.
Me hice amigo de los personajes que
me presentó Jorge Amado en el norte del
Brasil, y logré alguna intimidad con doña Flor, y sus dos maridos, con Teresa Batista y con Gabriela clavo y
canela, que por cierto prepara los más exquisitos platos de la gastronomía
bahiana y árabe.
Al llegar a Lima Mario Vargas Llosa,
me llevó a conocer al teniente Pantaleón, y sus amigables visitadoras, a su
niña terriblemente mala, y su querida tía.
Isabel Allende me paseó por Chile
de todas las épocas, y pude conocer a doña Inés la mujer de Valdivia y al
rebelde Lautaro.
Valparaíso lo he recorrido con Roberto
Ampuero y su querido detective Cayetano Brulé.
Le serví de lazarillo a Borges y
departimos junto con Bioy Casares en el café Tortoni sobre el problema de Funes
el memorioso. Con Faustino Sarmiento
entendí los enfrentamientos entre Buenos
Aires y el resto del país argentino.
En la Nueva Granada recorrí los caminos de la
conquista con fray Pero Simón, Aguado, y Juan de Castellanos. Acompañé al joven
don Pedro de Urzúa y a Willian Ospina en la fundación de Nueva Pamplona y en su trágica búsqueda
del país de la canela.
Luego ya en Colombia acompañé al viejo Coronel a quien nadie escribía y recordé que
en casa se vivieron esos mismos momentos
por otro coronel de los mil días, al que
por fin cuarenta años después le llegó la prometida pensión y el diploma con su
título de Coronel. Álvaro Mutis me
presentó al Gaviero, y en fin departí con muchos personajes de las letras
nacionales.
Ahora mismo la joven pelirroja
española Vanessa Montfort me acaba de impactar con su reciente
novela La leyenda dela Isla sin voz, una de las mejores novelas que he leído en mi larga convivencia con los libros. Todos los días recibo gratas
sorpresas al descubrir nuevos autores. Por
ello mientras tenga a la mano más libros por leer, se tienen más motivos y
metas para vivir.
Más que países y ciudades, los
libros me han puesto en contacto con personajes maravillosos, con caracteres
creados por los novelistas con la más
refinada psicología y sometidos a las más diversas situaciones y
circunstancias. Esos personajes de novela viven y con frecuencia superan a sus
mismos autores.
Por ello mi mejor patrimonio y mi mejor herencia para uno de mis nietos son mis libros.