lunes, 9 de octubre de 2017

Me duele España y me duele Cataluña

Me duele España y me conmueve Cataluña.
Álvaro Villamizar Suárez
Los hispanoamericanos no podemos ser ajenos ni insensibles ante el grave problema que los llamados independentistas catalanes han creado. Problema para ellos, problema para España y también para el  mundo, que en momentos de aglutinamiento de naciones ve con asombro el independentismo catalán.
Pienso que los señores Mass, Puigdemont y sus acólitos tienen complejo de “colonia” y están trasmitiendo ese complejo a sus paisanos. Tal vez como “colonia” que desea independencia, creen libertadores: Simón Bolívar, el cura Hidalgo o José de San Martín.
En los siglos del colonialismo los americanos fuimos colonia española, como la  unión americana y la India fueron colonias británicas, al igual que las naciones árabes lo fueron del imperio turco.
Pero es que Cataluña jamás ha sido colonia de nadie, salvo que remotamente fuera colonia romana como lo fue toda Europa.
Por ello hablar de “libertad, de “independencia” es alimentar el complejo de sentirse “colonia”. Es optar por empequeñecerse, dejar de ser parte a un país lleno de historia y de grandeza, para ser un nuevo estado empequeñecido, aislado de quienes han sido sus compatriotas y de las naciones hispanoamericanas que nos sentimos orgullosas de nuestra herencia de mestizaje español y de  nuestro idioma y que  nos duelo el grosero menosprecio que los “libertadores” están infundiendo a los catalanes por el idioma español y por todo lo hispano.
Recurrir a exaltar el nacionalismo catalán es acercarse a las perversas manipulaciones emocionales con as que contagió Hitler a los pueblos arios o  Mussolini al pueblo italiano.
Los catalanes al igual que todos los miembros de las diversas comunidades o regiones de España bien pueden sentirse orgullosamente catalanes y orgullosamente españoles, como se sienten los andaluces, gallegos, extremeños, etc.
No han medido, o habrán pensado muy optimistamente, todo lo complicado que es convertirse en estado soberano. Nueva  moneda. Relaciones internacionales, que implica apertura de embajadas. Tratados comerciales. Aduanas. Pasaportes. Definir la suerte de quienes viven en Cataluña pero se  mantienen como españoles, o con los ciudadanos de todo el mundo que residan en Cataluña y que hoy por hoy no necesitan visa, por ser nacionales de naciones de la unión europea o  por tener visas otorgadas por el gobierno español. Y tendrán que pensar en crear su propio sistema vial y ferroviario. Y diseñar el sistema tributario. Esos entre otros aspectos.
 Todo  lo anterior debemos añadir, según dicen los expertos, los convenios sobre responsabilidad proporcional de la deuda pública de España. Los bienes del estado español en territorio catalán. España es invitada y su rey es personaje central en los eventos que congregan a Hispano América. La eventual “República de Cataluña”  será maginada de esos eventos. Deberá pedir su ingreso a la ONU, y seguramente la Unión Europea demorará estudiar su solicitud de ingreso pues dentro de los postulados de esa unión está precisamente la unión no la disolución de los estados.
Los tratados de comercio, navegación, etc. La validez de títulos académicos expedidos por universidades catalanas para ejercen en España o en el mundo. Y muchos aspectos más.
Los independentistas ¿aceptaran el idioma español como lengua oficial junto con el idioma o lenguaraje catalán? ¿O prohibirán el idioma, nuestro idioma, para recalcar su nacionalismo y desprecio a lo hispano?
Es muy posible que los independentistas no logren su objetivo, pero ya han hecho un gran daño a su propio pueblo, alagado con emotivos discursos nacionalistas. Y es deseable que el estado español y dirigentes catalanes y dirigentes de todas las regiones autonómicas de España, dialoguen sobre reformas constitucionales que permitan entendimientos, desde una polémica propuesta de abolición de la monarquía para transformar a España en una república federal, hasta una mayor autonomía para las regiones.


martes, 7 de marzo de 2017

Urbanidad y Código de Policia

La Urbanidad y el Código de Policía.
A finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX existía coincidencia entre las normas de los Códigos de Policía departamentales (hoy es un código nacional) y las normas que se enseñaban en escuelas y colegios en la asignatura llamada Urbanidad y Civismo.
Como esa cátedra, al igual que la historia y las humanidades, se eliminaron de nuestro sistema educativo, y como son contadas las familias en las cuales los padres enseñan a sus hijos normas de urbanidad, mis lectores no encontrarán congruente la afirmación de que las viejas normas de urbanidad y el código de policía se identifican en muchos aspectos.
La urbanidad que nos enseñaron, tanto en casa como en la escuela, tenía como objeto hacer grata la convivencia ciudadana, las buenas y amables relaciones de vecindad, la protección a la mujer principio resumido en el mandamiento de que “...a la mujer no le pegarás  ni con el pétalo de una rosa…”, hacer gala de “buenos modales” (palabra extinguida hoy). Igualmente se enseñaba a conocer y respetar los símbolos patrios, a respetar a las autoridades civiles, eclesiásticas, profesores, discapacitados y personas mayores.  En los manuales y clases de urbanidad se reprobaba botar basuras a la calle. Se decía que la pobreza no era excusa para vestir y presentarse con suciedad. No era cívico ni considerado con su ciudad quien no cuidaba la  buena presentación de la fachada y el andén de su casa.
El amor a la patria y a los deberes ciudadanos era igualmente  materia de la urbanidad y la cívica.
Por supuesto que la cátedra de urbanidad y civismo incluía igualmente otras normas que no son del resorte de los códigos de policía, pero que mejoran los buenos usos sociales, como el protocolo o etiqueta en el comedor. Normas que por su ausencia nos obligan a soportar a personas importantes que comen de manera repugnante, pues ni en la escuela, ni en la casa les enseñaron los buenos modales en la mesa. Ahora tenemos algo que se imaginaban los abuelos: reuniones en las cuales nadie habla, nadie mira, nadie responde, todos dedicados al celular, en la mayor muestra de descortesía.
Hoy es corriente oír las mas vulgares y groseras expresiones, chistes, y atrevidos comentarios incluso en presencia de damas y que tristemente son aplaudidos por quienes en otras época no soportaban esas expresiones en su presencia.
Saludar era de rigor cuando se entraba a un salón, a una casa, a un club. Hoy vemos que la gente que saluda son curiosas excepciones. 
Ceder la silla a la dama y al discapacitado era norma de rigor. Hoy los señores se apoltronan y justifican su descortesía basándose en la igualdad de los sexos.
Aceptemos que los tiempos han cambiado y que si leemos el famoso “Manual de cortesía y urbanidad” de Carreño, no podemos evitar sonreír ante situaciones y recomendaciones que hoy, más de cien  años después,  no tendrían cabida en momentos en que la mujer compite laboral y profesionalmente con el hombre, y que goza de todas las libertades impensables en viejas épocas. Pero la esencia de las normas de urbanidad, cortesía, protocolo y civismo son inmutables y se resumen diciendo que tanto la urbanidad como el código de policía se identifican en que la cortesía es el mejor sistema para la convivencia ciudadana y vecinal, pues las buenas maneras, la tolerancia, la abstención de actos que perturben o  mortifiquen al vecino son la mejor fórmula de convivencia amable.
A propósito del libro del famoso profesor Carreño, maestro de las normas de etiqueta, urbanidad, buenos modales, debemos recordar, que Carreño era venezolano, y además era el papá de la famosa pianista Teresa Carreño, en  cuyo homenaje lleva su nombre el gran teatro de Caracas. No sé si la revolución bolivariana le haya cambiado el nombre y el uso a ese monumental teatro. Lo que sí es seguro, es que el señor Maduro no tiene la más mínima idea de quien fue Carreño, ni comprenderá lo que es urbanidad y buenos modales.

Nota sobre Manuel Antonio del Rosario Carreño Muñoz, nació en Caracas, en 1812 y murió en París, en 1874, hombre de gran cultura en  todos los ramos, fue un músico, pedagogo y diplomático. Se le recuerda por su famoso “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para jóvenes de ambos sexos”, más conocido como Manual de Carreño, el cual se sigue reimprimiendo en ediciones facsimilares de la primera edición.