La Urbanidad y el Código de
Policía.
A finales del siglo
XIX y primeras décadas del siglo XX existía coincidencia entre las
normas de los Códigos de Policía departamentales (hoy es un código nacional) y las normas que se
enseñaban en escuelas y colegios en la asignatura llamada Urbanidad y Civismo.
Como esa cátedra, al
igual que la historia y las humanidades, se eliminaron de nuestro sistema
educativo, y como son contadas
las familias en las cuales los padres enseñan a sus hijos normas de urbanidad,
mis lectores no encontrarán congruente la afirmación de que las viejas normas
de urbanidad y el código de policía se identifican en muchos aspectos.
La urbanidad que nos
enseñaron, tanto en casa como en la escuela, tenía como objeto hacer grata la
convivencia ciudadana, las buenas y amables relaciones de vecindad, la
protección a la mujer principio resumido en el mandamiento de
que “...a la mujer no le pegarás ni con
el pétalo de una rosa…”, hacer gala de “buenos modales” (palabra extinguida hoy).
Igualmente se enseñaba a conocer y respetar los símbolos patrios, a respetar a
las autoridades civiles, eclesiásticas, profesores, discapacitados y personas
mayores. En los manuales y clases de
urbanidad se reprobaba botar basuras a la calle. Se decía que la pobreza no era
excusa para vestir y presentarse con suciedad. No era cívico ni considerado con
su ciudad quien no cuidaba la buena
presentación de la fachada y el andén de su casa.
El amor a la patria y
a los deberes ciudadanos era igualmente
materia de la urbanidad y la cívica.
Por supuesto que la
cátedra de urbanidad y civismo incluía igualmente otras normas que no son del
resorte de los códigos de policía, pero que mejoran los buenos usos sociales,
como el protocolo o etiqueta en el comedor. Normas que por su ausencia nos
obligan a soportar a personas importantes que comen de
manera repugnante, pues ni en la escuela, ni en la casa les enseñaron los buenos
modales en la mesa. Ahora tenemos algo que se imaginaban los abuelos: reuniones en las cuales nadie habla, nadie mira, nadie responde, todos dedicados al celular, en la mayor muestra de descortesía.
Hoy es corriente oír
las mas vulgares y groseras expresiones, chistes, y atrevidos comentarios incluso
en presencia de damas y que tristemente son aplaudidos por quienes en otras
época no soportaban esas expresiones en su presencia.
Saludar era de rigor
cuando se entraba a un salón, a una casa, a un club. Hoy vemos que la gente que
saluda son curiosas excepciones.
Ceder la silla a la
dama y al discapacitado era norma de rigor. Hoy los señores se apoltronan y
justifican su descortesía basándose en la igualdad de los sexos.
Aceptemos que los
tiempos han cambiado y que si leemos el famoso “Manual de cortesía y urbanidad”
de Carreño, no podemos evitar sonreír ante situaciones y recomendaciones que
hoy, más de cien años después, no tendrían cabida en momentos en que la mujer
compite laboral y profesionalmente con el hombre, y que goza de todas las libertades
impensables en viejas épocas. Pero la esencia de las normas de urbanidad, cortesía,
protocolo y civismo son inmutables y se resumen diciendo que tanto la urbanidad
como el código de policía se identifican en que la cortesía es el mejor
sistema para la convivencia ciudadana y vecinal, pues las buenas maneras,
la tolerancia, la abstención de actos que perturben o mortifiquen al vecino son la mejor fórmula de
convivencia amable.
A propósito del libro
del famoso profesor Carreño, maestro de las normas de etiqueta, urbanidad, buenos
modales, debemos recordar, que Carreño era venezolano, y además era
el papá de la famosa pianista Teresa Carreño, en cuyo homenaje lleva su nombre el gran teatro
de Caracas. No sé si la revolución bolivariana le haya cambiado el nombre y el
uso a ese monumental teatro. Lo que sí es seguro, es que el señor Maduro no
tiene la más mínima idea de quien fue Carreño, ni comprenderá lo que es
urbanidad y buenos modales.
Nota sobre Manuel Antonio del Rosario Carreño Muñoz,
nació en Caracas, en 1812 y murió en París, en 1874, hombre de gran cultura
en todos los ramos, fue un músico,
pedagogo y diplomático. Se le recuerda por su famoso “Manual de Urbanidad y
Buenas Maneras para jóvenes de ambos sexos”, más conocido como Manual de
Carreño, el cual se sigue reimprimiendo en ediciones facsimilares de la primera
edición.