lunes, 28 de febrero de 2011

MEMORIAS DE HACE CUARENTA AÑOS

Cuando uno empieza a figurar (y desde hace ya varios años) en la sección de los periódicos de “Hoy hace cuarenta años” es porque hemos recorrido mucho trecho en nuestra vida.
En la Opinión del pasado sábado 26 de febrero, me veo en una foto con el presidente Rafael Caldera en una recepción dada en su honor en la Casa de Gobernadores de San  Cristóbal.
Vale la pena recordar ese suceso y sus posteriores consecuencias.
Me desempeñaba entre 1970 y 1971 como Alcalde de Cúcuta, en medio de difíciles, muy difíciles, condiciones políticas pues el recién creado partido llamado  la Anapo reclamaba haber ganado las elecciones presidenciales para su candidato el ex dictador general Rojas Pinilla. La Anapo dominaba las Asambleas departamentales y los Concejos Municipales de manera abrumadora. Por ejemplo en el Concejo de Cúcuta la Anapo tenía casi todas las curules, el liberalismo y el conservatismo eran sumados una minoría. El Alcalde carecía de control sobre las juntas directivas de los organismos municipales que se elegían  por el Concejo y que reflejaban la composición del mismo. Por ello la Anapo nombraba Gerentes de esas entidades como las Empresas Públicas Municipales, Caja de Previsión, etc., con  gran enojo de los dirigentes de los partidos tradicionales del Frente Nacional que pretendían mantener el manejo de esos organismos generadores de abundante y jugosa burocracia. Pero esa es otra historia a la cual volveré a referirme.
Volvamos al presidente Caldera. Se anunciaba la visita oficial del presidente Caldera a San Cristóbal, en  momentos en los cuales se arreciaba la deportación masiva de colombianos. Cúcuta era receptora forzada de multitud de deportados y esto generaba el consecuente malestar en las relaciones binacionales y serios problemas sociales en nuestra ciudad.
Por ello me sorprendió la visita que me realizó el cónsul de Venezuela, el inolvidable “Oso abrazador” Alberto López Cárdenas, para hacerme llegar el mensaje del Presidente Caldera de que deseaba entrevistarse con las autoridades locales: Gobernador y Alcalde y nos invitaba a la recepción en San Cristóbal.
El Gobernador Hernando Ruan vacilaba si aceptar la invitación pues consideraba que era  necesario consultar con la cancillería. Yo decidí ir y logré que a última hora Hernando también fuera. Como era una invitación social y amistosa, y era conveniente relajar el ambiente nos hicimos acompañar de nuestras reinas nacional y departamental de la  belleza y de una niña que acababa de ganar todas las medallas en las competencias suramericanas de natación: Olga Lucia de Angulo (la prensa registró su muerte prematura hace pocas semanas). Nos acompañaron además los comandantes de ejército y policía y algunos dirigentes cívicos.
El presidente Caldera fue especialmente cordial. Nos encerró en una sala privada y planteó el delicado tema de las deportaciones de indocumentados. Se manifestó como un especialista, que lo era, en derecho laboral, y expresó su preocupación por la falta de empleo en las dos naciones y la competencia que la mano de obra colombiana le hacía a la venezolana. Pero expresó que las migraciones ilegales no se podrían contener nunca mientras existieran diferencias tan grandes en el cambio de moneda y en los ingresos de los empleados venezolanos que en un alto porcentaje eran empleados del gobierno. Los colombianos ocupaban las posiciones que el venezolano desechaba para irse a “trabajar” en el sector estatal.
Caldera expresó que la solución que el daba era la de “generar una muralla de desarrollo armónico en la frontera” de manera que tanto los colombianos, como los venezolanos encontraran en esa zona llamémosla binacional, abundantes fuentes de trabajo, y que para ello era necesaria la implementación conjunta de políticas estatales que crearan estímulos para el establecimiento de empresas a lado y lado del rio Táchira o de las otras zonas de frontera.
Esa política de estímulos al desarrollo empresarial binacional conjunto, según Caldera debía obedecer a esfuerzos conjuntos de los respectivos gobiernos en sus ordenes Nacional, Departamental o Estatal en Venezuela y Municipal.
La idea del presidente Caldera además de práctica era brillante y se adecuaba a las recomendaciones siempre desatendidas de la famosa misión Currie sobre desarrollo armónico fronterizo.  Nos comprometimos Ruan y yo, a trabajar en ese sentido.
Caldera me dijo que empezáramos ya y que me invitaba a visitar dos ciudades en donde se había planificado su desarrollo encaminado a generar empresa y por consiguiente trabajo: Valencia y Ciudad Guayana (Puerto Ordaz).
Y la invitación se concretó. La casa presidencial me organizó una gira para visitar Valencia, en donde el Concejo Municipal me dedicó un día completo a oír exposiciones sobre planificación y desarrollo municipal, incentivos para la instalación de empresas, turismo, etc.
Y en Ciudad Guayana (Puerto Ordaz), el tema era el de conocer como se planificó la fundación de una ciudad encaminada a atraer inversionistas, profesionales y mano de obra calificada para trabajar en las enormes riquezas de esa región: siderúrgica, aluminio, energía hidráulica, turismo, y diamantes, pues la naturaleza fue pródiga con esa región. Pero al mismo tiempo no existía desarrollo agrario ni ganadero, todo debía llegar de las otras zonas del país. La ciudad presentaba inmensas calles dotadas de todo, menos de casas y habitantes. Pero con las medidas de fomento se esperaba que pronto la ciudad fuera ocupada. Y así fue.
La prensa venezolana destacó especialmente esta visita.
A  mi regreso a la ciudad, me dediqué a tratar de implementar medidas similares a las de Valencia y dentro de circunstancia diferentes las de Ciudad Guayana.
El Concejo Municipal, pese a su mayoría absoluta integrado por concejales de la oposición, fue generoso y otorgó facultades extraordinarias que permitieron dictar por decreto el estatuto de planificación y el de valorización.
Lo lamentable es que la falta de continuidad en las políticas gubernamentales municipales impidió que se cumplieran los planes y estrategias. El que sucede a un funcionario, borra de un plumazo los planes que deja el anterior. Y eso fue lo que sucedió.
Hoy en día la tesis del presidente Caldera sigue plenamente vigente: “generar una muralla de desarrollo armónico en la frontera”.  Pero esta es una política que no debe ser bandera de un gobierno que pasa y que el que lo sucede pueda continuar o no,  sino una política de estado, que se cumpla bajo cualquier gobernante sea presidente, gobernador o alcalde.
Tal vez, varios años después, el presidente Barco se enteró de estas preocupaciones y me honró designándome como Comisionado Presidencial en la inicialmente llamada Comisión de Vecindad y luego Comisión de Integración Colombo Venezolana en la cual me ratificaron los siguientes presidentes, pero que lamentablemente se extinguió por las dificultades con el comandante Chávez.

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