domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Contrabandistas o recursivos importadores de frontera?

Contrabandistas o recursivos exportadores informales de frontera?
Siento una curiosa simpatía por los contrabandistas, pero entiéndase que cuando digo contrabandistas no me refiero a los empresarios del contrabando que pueden pasar en ambos sentidos toneladas de mercancías amparados en arreglos, sobornos, influencias. Me refiero al pequeño contrabandista de bicicleta (nuestros maleteros) o a usted o a mí que pasamos (ahora en pasado: pasábamos)  la frontera y algo comprábamos al otro lado, a usted que viaja a Miami y se solaza haciendo compras pero que siente una descarga de adrenalina cuando el avión aterriza y tiene que enfrentarse con  los aduaneros del  aeropuerto. 
Esa simpatía a esta clase de contrabando, es seguramente una herencia atávica de nuestros ancestros españoles, pues el español es intrínsecamente contrabandista. Y lo ha sido por culpa de las restricciones que inmemorialmente las leyes férreamente alcabaleras imperaron en  España y sus colonias.  A mayores prohibiciones comerciales y alcabaleras, mayor generación de necesidades que se satisfacen con el contrabando, y mayores ganancias para los aduaneros. Hoy con el libre comercio se ha perdido en buena parte el encanto y la emoción de traer algo de contrabando del exterior y botar adrenalina en las aduanas. Ya todo se consigue en nuestros mercados. Pero subsisten los pequeños contrabandistas de frontera, que son los personajes a los cuales me quiero referir.
Las fronteras con economías complementarias son propicias para que se de este tipo de contrabandista, que yo preferiría llamar como así mismo se calificaba un amigo "comerciante de frontera, o importador informal". Este comercio informal surge de la necesidad,  es una forma de subsistencia natural generada por el medio, por la impotencia ante el papeleo, la burocracia y la tramitología que para el  pequeño "importador o exportador informal" es insuperable. Este comercio de frontera es un recurso natural inagotable, propio de todas las fronteras, que afortunadamente permite la subsistencia a miles de personas. Por ello las fronteras reciben tanta cantidad de personas que ven en ellas fuentes de subsistencia.
Los vemos como hormigas pasando por encima o por debajo del puente, según el genio o las necesidades de cada día de los aduaneros, cargando al hombro o en bicicletas cajas y costales con las mercancías que según el cambiante ritmo de las economías salen más baratas en uno o en otro lado. Así vemos pasar de allá para acá mayonesas, enlatados, pastas, cocosetes, tody, detergentes, jabones, etc., aguacates, patillas, plátano, sin contar la gasolina cuyo negocio le permite subsistir a inmensa cantidad de pimpineros y a nosotros abastecernos de gasolina y ahorrarle a Colombia ese costoso combustible. Y de acá para allá, vemos señoras que en tulas, canastos, cajas, etc., pasan docenas de bluyines, ropa intima femenina, calzado, etc. que van a vender en las ciudades del interior de Venezuela.  Es el imparable comercio de frontera, el ir y venir de la economía binacional. Es el rebusque que a falta de oportunidades de empleo, le permite subsistir y subsistir mejor que con un sueldo a miles de familias, pero sin seguridad social ni manera de acceder a créditos bancarios pues no pueden demostrar ingresos.
Nuestros "importadores y exportadores informales" o contrabandistas de bicicleta se toman sus usos y costumbres en serio, como si se tratara de fueros y derechos adquiridos y si los aduaneros los aprietan, se igualan a los universitarios y la emprenden a piedra, toman y cierran vías, obstruyen puentes pues saben que así logran que las tensiones y restricciones pasan y que todo vuelve a la normalidad.
Los cuestionamientos surgen cuando el maletero se pregunta porque a ellos les quitan sus mercancías y sus ciclas pero a quienes pasan en tractomulas y camiones les hacen reverencias? Es difícil hacerles entender que ellos llenan planillas, hacen trasbordos, pagan derechos, sacan licencias sanitarias, etc.
Hace pocos días la prensa registró el decomiso de un camión que transportaba deliciosos aguacates pues no tenían papeles demostrativos de su origen. Me pregunto: A. ¿Qué tanto se afecta la economía nacional por la entrada de aguacates a la frontera? B. ¿Qué suerte corrieron los aguacates decomisados? C. ¿Cuántos trámites hubiera tenido que llenar el “importador” de aguacates para entrarlos “legalmente” sin que se maduraran mientras se legalizaba su importación?  D. ¿Los aguacates, los huevos, las naranjas tienen impresa la frase “made in China o made in Venezuela o Colombia?”


Finalmente un test que nos acerca al dilema que se plantea a los estudiantes de derecho sobre lo legal, lo ético, y lo justo: ¿Se ha visto afectada su conciencia cuando pasa sus compras por la frontera o el aeropuerto? ¿Ha sentido el regusto de la adrenalina cuando le revisan sus maletas? ¿Se indigna cuando los uniformados le quitan los paquetes a los maleteros?  Entonces entenderá que no siempre lo ilegal es contrario a la ética, y aceptará que todos tenemos un poco de genética de contrabandistas.  Espero que no me acusen del delito de “Apología del delito”.
 

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