sábado, 4 de febrero de 2012

AGONIA DE UN NAVIO

LA AGONIA DE UN NAVIO
Álvaro Villamizar Suárez (con la colaboración cómplice de Miguel Méndez Camacho)

En abril se cumplen cien años del hundimiento del Titanic cuando hacía su viaje inaugural, evento que como todos los naufragios, concita dramatismo, nobleza, heroísmo y grandeza.
Estos grandes desastres ponen a volar la imaginación para recrear los últimos momentos del navío que se hunde “con todas las luces encendidas” y a su capitán a  bordo hasta el último momento, como exige el código de honor de los marinos.
Cien años después se repite una historia similar, pero esta vez repleta de absurdos que van de la tragedia a la tragicomedia, del ridículo y la imprudencia, a la cobardía y la impericia, pero surge también la solidaridad y generosidad de pescadores y marinos que no se limitan a ser testigos del desastre.

6 p.m. (18 horas) viernes 13 de enero.  El Costa Concordia zarpa de Civitavecchia, puerto cercano a Roma, con más de cuatro mil personas entre pasajeros, tripulantes y personal de servicio. Pese a su enorme tamaño: casi 300 metros de largo, 35 metros de ancho, una altura superior a un edificio de doce pisos sólo ocupa el puesto 26 entre los cruceros más grandes.
A las 9,30 de la noche, en cercanías de la isla de Giglio, el capitán ordenó acercarse demasiado a la costa, en una absurda maniobra, en la que una roca desgarró su costado, naufragando.
A diferencia de otros naufragios, el del Costa Concordia carece de grandeza, porque es sórdido y cercano a la comedia. No tuvo ni siquiera  un hundimiento decente y “con todas las luces encendidas”.  Simplemente encalló, y sus restos semejan el cadáver de una enorme ballena.  Un triste naufragio por culpa de la imprudencia, la impericia y la cobardía del capitán que además de pusilánime es mentiroso.
La comedia tiene como protagonista a un capitán que abandonó su barco y que tiene más vocación de "amante italiano" que de oficial de marina. La “tripulación” que  no es tripulación, sino un ejército de de camareros, cocineros, bailarines, músicos, pero escaso de verdaderos marineros. Los empresarios de la nave y de su flota confían  en  que la tecnología, los computadores, radares y ayudas portuarias que permiten una feliz navegación, casi que sin tripulantes, salvo mecánicos, electricistas y algunos marineros necesarios para lanzar las amarras a los muelles de atraque.
El Costa Concordia cumplía la gira que en las guías de cruceros denominan “Mediterráneo Occidental”, que toca en puertos como Barcelona,  Valencia, Niza, Savona, Livorno para ir a Florencia (una hora en tren) Civitavecchia, para ir a Roma (una hora) Nápoles (para visitar las ruinas de Pompeya y Sorrento o Capri, Messina, Catania y Palermo, según lo agenda del crucero.

9.00 p.m.  La actividad a bordo es la rutinaria en los cruceros: la mitad de los pasajeros cenan en los lujosos restaurantes, otros en las cafeterías informales, y muchos más disfrutan de los espectáculos del teatro de tres niveles. Algunos se solazan en cualquiera de los numerosos bares, o juegan en el casino, y los menos (enamorados, jubilados, enfermos) están en sus camarotes.

9.30 p.m.  Los pasajeros coinciden en decir que se escuchó un estruendo, el barco se estremeció, se volcaron mesas y bandejas, un piano rodó, muchos perdieron el equilibrio, la luz titiló y se apagó. Se inquietaron pero la calma renació cuando los altavoces informan de un problema eléctrico, sin consecuencias.
Pero los pasajeros que, pese al frio del invierno europeo (menos cero),  paseaban por la cubierta superior, vieron que estaban peligrosamente cercanos a tierra y supieron que el  barco había chocado.  Poco después el Concordia se ladeaba sobre su costado de  estribor y el agua penetraba a torrentes por el boquete de setenta metros que le causó la roca.

10.30  P.M.  Los altavoces piden (solo en inglés en esa torre de Babel) que se coloquen los chalecos salvavidas y se dirijan a los botes.
En medio del tumulto nadie se dirigió a los sitios predeterminados para tomar el bote correspondiente. 
"Sálvese quien pueda". Los pasajeros carentes de oficialidad que impusiera orden e hiciera cumplir la  norma de embarcar primero a niños y mujeres se precipitaban desordenadamente a los botes que pudieron bajarse. Buena parte de los tender quedaron inutilizados debido a la cada vez más alarmante inclinación del barco y la impericia de quienes pretendían descolgarlos. Muchos pasajeros caían al mar tratando de ganar la costa a nado.  Se repetía increíblemente la historia del Titanic.  La solidaridad y la presteza con que los habitantes de la isla se lanzaron en todo tipo de botes al rescate de los pasajeros, evitaron que la catástrofe hubiera costado centenares de vidas.

Escuchemos algunos testimonios de pasajeros:  “La gente estaba enloquecida, traían a los niños alzados por miedo que la multitud los aplastara, todos empujaban por intentar salir primero .../...”, cuenta Antonieta. Otra italiana Lucrezia dijo, “He visto muchísimas personas que se tiraron al mar para alcanzar la costa a nado, los botes salvavidas estaban sobrecargados”, “En mi bote íbamos más de 130, y  no se daba preferencia a los niños...”.
En la nave viajaba también la periodista Patrizia Perilli quien dijo que en la nave viajaban muchos niños, ancianos y pasajeros en silla de ruedas. La Perilli repitió lo que muchos confirmaron, que era un caos total:. Explicó que los "niños venían separados de sus padres y la esposas de sus maridos...no había nada de racional, era un desastre".

¿Dónde está el Capitán?  Il capitano Francesco Schettino, italiano cincuentón, fotogénico  como se espera deben ser los capitanes de navío, ha invitado a bella Domnica Cemortan a subir al Puente Panorama (piso 12), toman románticamente una copa de champaña y observan la maniobra ordenada de rozar la isla para hacer sonar la sirena a modo de saludo a un viejo amigo residente en la pequeña isla.  Maniobra imprudente y absurda pues una nave de ese calado no se puede acercar a menos de cinco millas. Un barco así solo se acerca a tierra guiado por los pilotos o prácticos del puerto, que conocen el fondo del mar costanero, sus canales y peligros.
Pero ubiquémonos: Domnica 25 años de edad, rubia, políglota, graciosa, bailarina del grupo de teatro del barco, es un bocato di cardinale para el cincuentón y seductor Francesco quien se dedica a  deslumbrar a su romance en ciernes y olvida que el capitán es responsable del barco y de la vida de más de cuatro mil quinientos ocupantes. El choque no inmutó a la romántica pareja, la rubia  necesitó abrazar al capitán para no caer. El capitán no se apersonó del incidente ni dio órdenes, salvo la de seguir adelante: Avanti, Avanti y la roca rasgaba el vientre del Concordia hiriéndolo de muerte. Una hora después la creciente inclinación obligó al capitán a dar la terrible orden de “Abandonen el  barco” que en el lenguaje de los pasajeros significa que todo está perdido.
Domnica puesta a salvo, interrogada por los periodistas negó ser la amante del capitano con un argumento que es toda una perla: “El capitán me mostraba la foto de sus hijos. Nadie que quiere conquistarte como amante nombra a su familia…” ¿Ingenua o veterana la Domnica? El recurso de mostrar la foto de sus lindos hijos es uno de los más socorridos por los galanes y  maridos descarriados. Lo sabe todo el mundo...

11 p.m. El barco se inclina cada vez más.
Luna de miel. A una joven pareja de coreanos en luna de miel, dedicados más a complacerse que a la vida social, el estruendo los sorprendió en acrobacias conyugales. El  brusco movimiento del navío al chocar con la roca debió entenderlo el fogoso amante como un movimiento espasmódico y apasionado de su esposa, que saca a la pareja de su lecho y los lanza al piso donde continúan con su gimnasia erótica. Cuando el barco escora  quedan acostados en la pared del camarote, y el agua fría apaga los ardores les hace caer en cuenta que están en aprietos y ya es demasiado tarde para evacuar el barco; y deben permanecer, y espera del rescate. Horas después los sacan dichosos y asustados.
Jubilados. No corrieron con la misma suerte de ser rescatados los señores Nicolino Bonvicini y Tito Livio Carusini jubilados que a sus setenta años quisieron darse el tardío gusto de una semana en un barco de lujo. Sus familiares y vecinos, quisieron hacerles desistir de este capricho, argumentando que a las personas de su edad si mueran a bordo los botan al mar. Pero ellos, asesorados por su agencia de viajes adujeron que esos cruceros tienen frigoríficos para congelar los cadáveres de quienes van muriendo en el trayecto, para entregar el fiambre a sus familiares en el puerto final. Partieron felices a su aventura, su última aventura.
Los dos ancianos se distraían encantados con las maquinitas tragamonedas cuando el choque del barco los arrojó al suelo. Maltratados tratan de levantarse pero sus reumáticas piernas no les responden y la inclinación del barco no se los permite. Murieron de hipotermia.

En el Casino. Hubiera podido suceder que el gordo Mister Horatius J. Candem, de Mistinge Nebraska, se encontrara apostando apasionadamente en la mesa de Blak Jak, el estremecimiento del barco hizo tambalear sus trescientas libras pero asido a la mesa no tocó tierra e insistió en seguir jugando. Era tal su pasión que cuando todos abandonan el casino él le exigió al aterrado crupier que siguieran jugando. Un nuevo estremecimiento del barco lo envió al suelo, ya inundado, no se pudo parar y la mesa y otras mesas más le cayeron encima. Murió aplastado bajo sus mesas favoritas.
¿Alcanzarían a sacar las enormes sumas de dinero que guardan en sus cajas fuertes?.

Bajar los botes. Un grupo de meseros filipinos, algunos peruanos y un  colombiano tratan de bajar el tender para embarcar a los pasajeros, y hacerlo caer al frio mar sin volcarlo. Estaban entrenados para llevar bandejas hasta con ocho grandes platos sin desbordarlos sobre los comensales, pero no saben bajar y poner en marcha un  bote salvavidas.
La peruana Erika Soria Molina, de 24 años, tecnóloga en turismo, trabajaba en el barco y sus compañeros dicen que ayudó al salvamento de  niños, y que finalmente se quitó su salvavidas para colocárselo a un señor de mayor edad a quien salvó. No pudo abordar su bote y cayó al mar. Su cadáver fue rescatado un día después. Dio el ejemplo de valor y solidaridad humana que no tuvo  el Capitán.

Primero los niños, después mi violín. El violinista húngaro Sandor Feher formaba parte de la “tripulación” como miembro de uno de los  variados grupos musicales que en los diversos rincones del crucero interpretan todo tipo de melodías. Una vez dada la alarma Sandor ayudó a algunos niños a ponerse el chaleco salvavidas y una vez cumplida su  misión pensó en su violín.  Si Sandor hubiera sido capitán de barco y no un violinista, su conducta hubiera sido heroica: primero salvar su barco y por último su vida. Cuando fue en busca de su violín era demasiado tarde. Murió abrazado a su instrumento.

Párroco en retiros espirituales.  El padre Giuseppe párroco de un montañoso pueblo alpino se despidió de sus feligreses pues partía a sus retiros espirituales. Sorprendidos después, sus parroquianos creyeron ver su foto en el grupo de náufragos rescatados.  Démosle el beneficio de la duda, ¿sería alguien muy parecido al piadoso párroco?

Volvamos al Capitán. Se afirma que el Capitán abandonó la nave dejando a su suerte a su tripulación y sus pasajeros. Cuando le preguntaron por qué había abandonado la nave explicó que se encontraba en el puente ayudando a embarcar pasajeros cuando tropezó, y !que coincidencia! cayó dentro de un bote que salía rumbo a la costa.
Más tarde el capitán junto con sus oficiales Ciro Ambrosio, Dimitri Christidis griego segundo al mando del Concordia y Corónica Silvia el tercer oficial, (¿también tropezarían?) llegaron secos, sanos y salvos a la isla y se instalaron en un hotel. Allá quedaron sus pasajeros y tripulantes tratando de salvarse.
Oficiales del barco dijeron que la jerarquía de mando se rompió y no se organizó la evacuación.

La autoridad que faltó. El capitán de guardacostas italiano Gregorio De Falco, del puerto de Livorno, cercano al sitio del naufragio, asumió el mando del rescate y por radio-teléfono habló con el capitán prófugo Schettino, así:
De Falco: "Habla De Falco desde Livorno. ¿Hablo con el comandante?"
Schettino: "Sí, Soy el capitán Schettino, capitán".
De Falco: "Escuche, Schettino. Hay gente atrapada a bordo. Vaya usted con su bote bajo la proa del lado de estribor. Hay una escalera de mano para el piloto. Use esa escalera para subir a bordo. Suba a bordo y dígame cuánta gente hay. ¿Está claro? Estoy grabando esta conversación, capitán Schettino.../..... Schettino.: "En este momento, el barco está escorando..."
De Falco: "Entiendo, escuche, hay gente bajando por la escalera del piloto de proa. Suba esa escalera, suba a bordo del barco ..../..... ¿Está claro? Escuche,  usted se salvó del mar, pero voy a... voy a asegurarme de que usted la va a pasar mal... voy a hacerle pagar por eso. ¡Vaya a bordo grandísimo *+%&#**" !..( el lector queda en libertad de escoger sus groserías favoritas!)   Schettino.: "Capitán, por favor..."
De Falco: "No, por favor. Suba a bordo. ...../.....
Schettimo.: "No voy a bordo porque el otro bote está detenido".
De Falco: "Vaya a bordo. Se lo ordeno. No busque más pretextos. Usted ha ordenado 'abandonar la nave'. Ahora yo estoy a cargo. ¡Vaya a bordo! .../...
Schettino.: "Pero comprende usted que está oscuro y no vemos nada..."  ..../....
De Falco: "¡Vaya inmediatamente!"

El capitán Schettino es hoy justamente, la vergüenza de la marina mercante italiana que reprueba su imprudencia, impericia, sus mentiras y su cobardía y que ahora enfrenta a la justicia que lo acusa de homicidio culposo y de abandono de la nave.

Pero seguiré viajando en cruceros. Pese a todo lo anterior viajar en crucero es un placer que no me negaré hasta que los años lo permitan. Si la salud me falla me consuela saber que los cruceros llevan frigorífico.






1 comentario:

  1. De Roger Huet, oficial retirado de la marina francesa.
    Álvaro: Lo del "Costa Concordia" te dio la oportunidad para agregar una perla a tus Calle Mayor, no muy frecuentes últimamente.

    En la marina se dice que de una bella maniobra a un desastre , (" tour de con", en argot francés), hay poca diferencia. Al pasar esta roca sin accidente, todos lo hubieran felicitado ! Ni los estudios del capitán, ni toda la técnica embarcada en una nave moderna pueden remplazar el sentido común de un simple pescador ignorante pero prudente.
    A los capitanes de estos grandes barcos no se les pide recordar como navegar. Tienen otros oficios. Se les olvido y, además, es casi seguro que este no estaba en el puesto de mando . Algún oficial maneja ahora sentado como un chofer de taxi, mirando adelante en la parte alta de la cubierta.
    En mi tiempo el oficial de guardia, de pie en la pasarela, caminando de lado y lado, daba órdenes al timonel y a las maquinas por medio del chadburn. Un cambio de velocidad de la turbina necesitaba por lo menos 10 minutos. Los barcos modernos disponen de varias hélices algunas con motores eléctricos situados directamente sobre estas. Ellos, ahora, pueden operar rápidamente. Este oficial fue la causa de la catástrofe, pero el responsable jurídico es el capitán. Este confiaba en su subordinado y seguramente, desde un puente inferior, y bien acompañado miraba el paisaje. En estos momentos lo más seguro es que el ni siquiera sabía cuál era el rumbo de su barco.
    Su primera defensa fue que en su mapa no figuraba la roca ! Mala fe evidente; ningún mapa precisa las piedras a 50 metros, ni a 100 de la playa.
    En 1971, a un lindo barco de croisière nuevo de mi compañía (French Line) "El Antilles" le paso lo mismo en la isla Moustique cerca de la Barbade. Otra roca no señalada !!! Para completar, hubo incendio total. Todos fueron recogidos por el Queen Elizabeth: del barco no quedo nada.

    Tienes razón de no abandonar tus planes de viajar por mar ..por miedo! En realidad uno se siente muy seguro en un barco, aunque sea en plena tempestad. Ni siquiera lo afectan los terremotos

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