martes, 28 de febrero de 2012

Hablando de Naufragios y Tesoros

Un tesoro en litigio. En mayo de 2007 la empresa Odyssey Marine Exploration, conocida por los programas de Discovery y National Geographic, anunció que su barco Odyssey había encontrado a relativamente poca profundidad, los restos de un navío esparcidos en el fondo del mar junto con un tesoro de ciento de miles de monedas de oro y plata, con un peso de 17 toneladas. Se supuso que se trataba de los restos del navío español Mercedes, hundido por la flota inglesa el 5 de octubre de 1804, muy cerca de Cádiz. 

Rescatado el tesoro, se inicia el litigio. España reclama la propiedad del tesoro por ser un barco español, llevar valores con destino a la corona española y también valores de particulares, cuyos descendientes igualmente reclaman su parte. El tesoro se llevó en custodia a la Florida.

Ha terminado el discutido litigio: un Tribunal de los Estados Unidos, ordenó a Odyssey entregar al gobierno español el Tesoro de la fragata Mercedes. La semana pasada dos aviones llevaron a España las 17 toneladas de estos metales preciosos.

No entraré en los detalles del proceso judicial internacional. Hoy me limitaré a revivir las dramáticas circunstancias en fue hundido la Mercedes con sus 300 ocupantes a bordo.

La época. Se inicia el siglo XIX. Europa vive las epopeyas napoleónicas. Guerras, conquistas, reinos que desaparecen anexados al imperio. A veces alguna paz efímera. Napoleón gestionaba alianza con España para atacar a Inglaterra, tradicional enemiga de España y de Francia. Pero en 1804 había paz entre España e Inglaterra. Nuestra Hispano América era aún parte del imperio español.

Año 1802. Se inicia un largo recorrido. La fragata Mercedes (nombre completo: Nuestra Señora de las Mercedes)  había sido construida en la Habana. Regresa a América, zarpa de El Ferrol- Galicia- para hacer la ruta de las Indias. Lleva soldados, pasajeros, mercancías. De regreso a España debería traer especias, pieles y toneladas de plata, oro y cobre, además de pasajeros, marineros y soldados. En su largo viaje de ida cruzaría el Atlántico, pasaría por Montevideo, Buenos Aires, el estrecho de Magallanes para llegar a Lima. (El Canal de Panamá solo entró en servicio en 1915). Una larga y heroica travesía para los frágiles veleros. Nada que ver con los modernos súper navíos de hoy.

Regresa de Lima, para hacer el mismo recorrido a la inversa. Antes de zarpar, se cumple con el  procedimiento de ley: dejar minucioso registro de todo lo que el barco lleva a España. Con base en las copias que quedaban en el puerto de salida, se sabe lo que traía la Mercedes: “Con destino a las arcas de  Su Majestad el Rey Carlos IV 253.606 pesos en distintas monedas de plata y oro ", y sumas similares, lingotes y monedas de los pasajeros y marineros atiborran las bodegas del barco. Los registros de embarque detallan los valores pertenecientes a esos particulares. Hoy sus descendientes tanto en España como en América se aprestan a reclamar su parte.

Pero además se estima que una buena cantidad de oro y plata no estaba registrada, y que entraría a España de contrabando, cosa normal en esa y en todas las épocas.

El barco sale de Lima mediando el año 1804, llega a Montevideo y aumenta su cargamento de mercancías y metales.

9 de agosto de 1804. La Mercedes sale de  Montevideo. En ella se embarca don Diego de Alvear y Ponce de León, capitán de navío de la marina española. Regresa a España luego de treinta años en América del Sur. Embarcan con él, su esposa María Josefa nacida en Buenos Aires y sus ocho hijos todos menores, un sobrino y cinco sirvientes. Para emprender de manera más segura la larga travesía, se configura una flotilla integrada por la Mercedes, la Medea (nave capitana), la Clara, y La Fama. Comanda la flota don José de Bustamante y Guerra, veterano marino,

El destino juega: Antes de abandonar el puerto, el capitán de Alvear ya embarcado en la Mercedes es llamado a la Medea, pues el capitán de esa nave, enfermó y debió desembarcar. De Alvear pasa a la Medea acompañado su hijo de 16 años Carlos de Alvear, cadete del regimiento de Dragones de Buenos Aires. Como anotación al margen vale la pena decir que los Alvear integran una prominente familia de Buenos Aires,  donde es famoso el Alvear Palace, hotel de gran lujo. Uno de los descendientes del capitán fue presidente de Argentina.



El 5 de octubre de 1804 en la mañana. Después de dos meses de  navegación, la flota está muy cerca del puerto de Cádiz frente al cabo de Santa María. Antes de las 8 de la mañana, la Clara informa mediante señales que tiene a la vista una flota de guerra de bandera inglesa.  Ya se dijo que España e Inglaterra están en paz. No habría nada que temer. Pero ya sabemos que los acuerdos bien poco valen a los “perros ingleses” como les dice Pérez-Reverte, y  don José Bustamante y Guerra, prudentemente ordena estar alerta.



El comodoro Graham Moore.  Comandante de la flota inglesa, dirige la operación a bordo de su nave capitana la Indefatigable. Mediante señas náuticas informa al comandante español que enviará un bote con oficiales delegados suyos para dialogar.

Los parlamentarios ingleses suben a  bordo de la Medea. Este capítulo negro de la llamada “perfidia inglesa”  lo recuerda don Benito Pérez Galdós en su novela histórica “Trafalgar” quien pone en boca del viejo marinero Marcial llamado “medio hombre” la narración de la intimidación del comisionado ingles al comandante español: dice el marinero en su jerga popular,  "…el comodón (por comodoro) envió a  bordo de la Medea a un oficialillo de esos de cola de abadejo, el cual sin andarse en chiquilladas, dijo que anque (aunque) no estaba declarada la guerra, el comodón tenía orden de apresarnos. !Eso sí que se llama ser inglés!…”

El "oficialillo" le informa al comandante Bustamante que el Comodoro le exige rendición, entregar las naves para llevarlas a Inglaterra junto con sus oficiales, pasajeros y riquezas. “Joder! eso es piratería, dice el español, vieja costumbre de vosotros y vuestra reina Virgen, que lo sería tal vez por las orejas. Ve y dile a vuestro Comodoro que llevamos pasajeros civiles, mujeres y niños”.  “Tanta más razón para que os rindáis, mirad que os superamos: tenemos muchos más cañones, que por cierto están listos, tenemos más marinos armados y por favor más respeto con la memoria de nuestra reina Isabel I que tanta gloria ha dado al pabellón ingles”.  “Largaos y dile a tu Comodoro que nuestro honor nos impide rendiremos sin combatir, y sin siquiera disparar el cañonazo del honor”.  Para ese momento los barcos ingleses se habían acercado tanto a los españoles que casi se rozaban. 

El Capitán de Alvear soporta un tremendo dilema: si la flota no se rinde, su esposa y sus niños pueden perecer. Si se rinden, se pierde el honor, que en tanta estima tienen los españoles.

El Comodoro entendió que los españoles no se rendían y aun antes de que sus comisionados subieran a bordo ordenó iniciar el cañoneo.

Vuela La Mercedes. El HMS Amphion, al mando del capitán Sutton, disparó sus cañones contra la Mercedes a la que tenía de costado. Fue una especie de disparo de cañón a quemarropa. (¿o diremos a quemabarco?) Una bala va directo a la Santa Bárbara. El barco estalla. “Saltó por los aires envuelto en  una bola de fuego” dijeron los testigos, y de inmediato se hunde, causando la muerte a 249 tripulantes y pasajeros civiles. La Mercedes se hundió sin alcanzar a disparar un solo cañonazo.

Los pocos sobrevivientes mutilados o heridos, fueron rescatados del mar, y llevados prisioneros a Inglaterra, entre ellos el marinero Marcial quien perdió una pierna. Algunos sobrevivieron agarrados a maderas y pudieron llegar a la costa cercana. Se fueron  igualmente al fondo del mar todas las riquezas que transportaba: oro, plata, cobre y mercancías.

El capitán de Alvear desde la Medea, presenció impotente junto a su hijo Carlos, la muerte de toda su familia. Sin tiempo para llorar debió dedicarse a responder el ataque.

El desconcierto en los barcos españoles fue total. No se esperaban este trágico suceso cuando apenas se iba a iniciar el combate.  Hundida la Mercedes, los tres restantes barcos reciben un fuertísimo cañoneo. La Medea enfrenta dos barcos, su velamen queda destrozado, pierde sus mástiles, hace agua por decenas de troneras, más de cincuenta cadáveres atiborran su puente y se ve obligado a izar bandera blanca. La misma situación obliga a La Clara y a La Fama a rendirse. Por el lado ingles solo se registran dos muertos y siete heridos.

Un gesto de vergüenza. El comodoro Moore quiso tener un gesto de nobleza y de vergüenza con sus víctimas. Pasó a la desmantelada Medea para saludar a su comandante. Le presentan al capitán don Diego de Alvear y le da sus condolencias al ser enterado de su tragedia. Tiempo después Moore confesó que le quedó difícil enfrentar la mirada del dolido capitán y de su hijo. Este, posteriormente diplomático argentino, conservó su rencor a los ingleses.

Remolcadas a Inglaterra. Las tres naves apresadas, muy averiabas, son remolcadas a puerto ingles con sus tripulantes, pasajeros y carga. Pese a que la marina inglesa trató con deferencia a los oficiales capturados, solo un año después los liberó y permitió regresar a su patria.

Las riquezas capturadas a los tres barcos sobrevivientes se quedaron para engrosar el tesoro real británico.

La opinión pública inglesa. No todos los ingleses aplaudieron este asalto. Muchos se avergonzaron. Un periódico londinense dijo: “La ley de gentes ha padecido la violación más atroz: una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz...". La justificación inglesa guarda parecido con la política del “ataque preventivo” que se utiliza en estos tiempos.

Luego de infructuosos trámites diplomáticos, España declaró la guerra al Reino Unido el 14 de diciembre de 1804 y firmó una alianza con Napoleón.

Trafalgar 1805. La frágil alianza con Napoleón no fue afortunada para España. La flota combinada franco-española ineptamente dirigida por el almirante francés conde de Villeneuve fue derrotada por el almirante Nelson en la batalla de Trafalgar, muy cerca de donde pocos meses antes fue hundida la Mercedes. Allí combatió nuestro futuro Almirante Padilla. Nelson no pudo saborear su victoria pues un balazo de mosquete le costó la vida a bordo de su nave Victory insignia de la marina británica. Su cadáver preservado dentro de un barril con vino de Jerez fue llevado a Londres para recibir los debidos honores. El funeral de lord Nelson ha sido uno de los más solemnes en la historia inglesa.

¿Un nombre de mal agüero? Por lo menos tres barcos del mismo nombre “Mercedes” se han hundido en circunstancias dramáticas. ¿Será un nombre de mal agüero para los barcos?

El Tesoro de la Mercedes. Doscientos años después de la trágica explosión de la Mercedes,  la estadounidense Odyssey Marine Exploration, pierde el proceso y en cumplimiento a la sentencia final de un juez de Estados Unidos el oro y demás tesoros deberá entregarlo a España.



Bibliografía:

Cesáreo Fernández Duro (1830-1908), El capitán de navío de la Armada Española

Don Benito Pérez Galdós . Trafalgar.

Diario "El Pais" (Madrid)

Emilio Ocampo

Diario La Nación- Madrid

Víctor San Juan. Trafalgar tres Armadas y un combate

 El tesoro en la Florida (USA)
  
Oleos que recrean la explosión y hundimiento de la Mercedes

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