martes, 9 de noviembre de 2010

Una Nación Exageradamente Frívola

Cúcuta 9 de noviembre de 2010
UNA NACIÓN EXAGERADAMENTE FRÍVOLA
Álvaro Villamizar Suárez
La primera quincena de noviembre del año 1985  fue terrible para Colombia. Dos inconmensurables tragedias estremecieron a Colombia y al mundo. Hoy 25 años después los medios reviven los sucesos relacionados con la toma del Palacio de Justicia, y con menor despliegue se rememoraron  los 25 años de la tragedia de Armero que costó la vida a más de veinte mil personas y la destrucción de una ciudad.
Pese a los dolorosos acontecimientos, a excepción de las familias de las miles de víctimas, la nación no hizo duelo y por el contrario las fiestas y las reinas de Cartagena ocho días después, ocuparon la atención nacional. La frivolidad y la rumba superaron las tragedias nacionales.  Nadie pidió que se suspendiera el ridículo y cada año más ridículo, carnaval de reinas. La nación dio al mundo una  imagen de insolidaridad y frivolidad que a nadie pareció preocupar.
Hoy veinticinco años después, la tragedia de Armero se desdibuja de la memoria ciudadana y de los intereses de los medios, pero ha revivido con marcada intención política el caso del Palacio de Justicia.
Ya para ese año, la grandeza de la justicia colombiana empezaba a erosionarse. Muchos magistrados y jueces eran admirables. Pero no todos. La justicia acompañada del sancocho, el asado y el sospechoso e interesado sistema de agasajo a algunos magistrados se abría camino en los pasillos de las cortes. Y a partir de la tragedia poco a poco, las cosas fueron cambiando La majestad de la justicia y la respetabilidad que la misma inspiraba en anteriores y felices épocas, fue manoseada, politizada, y burocratizada. Este es el sentir de los abogados litigantes y de las gentes del común.  No es que se les falte al respeto a los administradores de justica. Es que muchos de ellos han perdido el respeto a sí mismos.
Hoy veinticinco años después se revive y se juzga la responsabilidad de las autoridades de ese momento en la retoma del Palacio de justicia. Pero olvidan analizar los estados de ánimo las tensiones, las presiones, que solo viven quienes se están enfrentando al combate y que ven caer a sus compañeros, circunstancias que no se analizan desde los cómodos despachos judicial o desde las salas de los medios de comunicación del momento actual. No son disculpables las conductas desbordadas de los combatientes, pero si bien no son justificables, por lo menos son explicables a la luz de los momentos que se vivieron. Todo debe juzgarse conforme a las circunstancias del momento. La justicia tardía y muchas veces politizada, más que justicia es retaliación.

CONFESIONES QUE DAN QUE PENSAR
El fundador del Partido Convergencia Ciudadana y ex senador Luis Alberto Gil Castillo, confesó que fue miembro clandestino de la guerrilla M-19. Revelación que hizo en presencia de organizaciones de derechos humanos, dirigentes políticos, abogados litigantes y una numerosa delegación que viajó desde Bucaramanga para participar en la audiencia pública convocada por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia,  que lo juzga por para política. El ex senador y ex militante de la guerrilla M-19, pidió perdón al país por el daño que como combatiente revolucionario hubiera podido causar a la sociedad colombiana.
Los malpensantes se preguntan ¿Qué mueve al ex senador sometido a juzgamiento por la Corte, a confesar algo por lo que nadie le preguntaba?  Será que el señor Gil piensa que haber sido miembro de la guerrilla le atraerá simpatías y atenuantes en su juzgamiento?
Pareciera que luego de 25 años, los buenos son los guerrilleros y los malos las autoridades, el Presidente, los ministros y los militares de ese entonces.
Nadie se pregunta ahora ¿qué hubiera pasado si el presidente Betancur acepta entrar a negociar lo innegociable, como son las instituciones de la democracia?

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